
MAYABEQUE.— Para creerlo hay que verlo, no basta con solo contarlo. Escuchar decir que alguien cultiva entre arrecifes que antaño estuvieron cubiertos de mar es poco verosímil. No obstante, en Jagüeycito, zona perteneciente a Nueva Paz, dan fe de ello. Adalberto Martínez y un grupo de campesinos, cada día, se las ingenian para hacer crecer frutos entre las piedras.
A escasos kilómetros del litoral costero de ese municipio mayabequense se encuentra ubicado Jagüeycito, un intrincado asentamiento que, además de abarcar 1 763 hectáreas de cultivos varios, posee la mayor foresta dedicada a la obtención de carbón vegetal de toda la provincia. Allí, pese a las condiciones de los suelos, la mayoría de la gente vive de los beneficios de la naturaleza.
La tierra es fértil, buena para la siembra, si bien el terreno aún guarda la evidencia de un pasado lejano, de un tiempo en que ahí merodeaban criaturas marinas y no hombres con machete y azadón, instrumentos con los cuales laboran los campesinos del lugar, pues las piedras impiden la aplicación de las atenciones culturales tradicionales. Nada de bueyes o tractores, solo trabajo manual.
"En este suelo nos resulta imposible emplear maquinarias y es hasta difícil valernos del machete y el azadón para eliminar las malas hierbas. Por eso nos vemos en la necesidad de usar productos químicos. El momento de la siembra es el más complicado, aquí todos escarban la tierra con sus propias manos para lograr el cultivo. Ninguno de nosotros hacemos un trabajo específico, a la hora de sembrar todos lo hacemos porque si no se atrasa la producción", explicó Adalberto Martínez, presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios José Martí.
Elevar a 300 en el 2016 las 169 hectáreas de frutales que hoy se agrupan en 12 fincas es el principal empeño de los asociados a esta estructura en Nueva Paz, a fin de obtener una mayor diversificación y presencia de cuanto esté a su alcance producir. Según Adalberto, el objetivo principal es lograr mantener las producciones todo el año, para lo cual trabajan algunas variedades que responden a esa estrategia.
La CCS pertenece al movimiento de las 100 fincas frutales que el estado potencia con recursos y asesoramiento técnico, en aras de que cada una llegue a los 100 mil quintales anualmente.
Es común ver entonces una mata de mango entre una hilera de piñas, o en medio de un platanal alguna planta de mamey o de aguacate. El terreno obliga a intercalar los cultivos como parte de una estrategia para el aprovechamiento óptimo de cada espacio disponible.
Pero de nada valdría tanta voluntad si las cosechas se quedan tiradas en el campo. Por ser este un territorio intrincado, el tema de la transportación golpea, y con él, las consiguientes dificultades en la comercialización de los productos agrícolas, pese a la nueva legislación que ya se puso en vigor.
"Imagina labrar la tierra en estas condiciones. ¡Algunos por ahí nos dan por locos! Esto al principio era un terreno cubierto de maleza, y poco a poco lo fuimos rescatando, porque aquí sobran las ganas de trabajar, además ¿qué otra cosa podemos hacer en esta zona? Nosotros los campesinos le dedicamos toda la vida a esto y luego vemos el resultado, aunque a veces se nos den ciertos problemitas. Ahora comercializamos con la industria, mercados de la capital y de la propia provincia, pero ya tenemos contrato para venderle al sector turístico. Con ese paso nuestra solvencia económica puede mejorar mucho más", comenta Adalberto.
Tampoco para Orlando, un joven de apenas 18 años, las rocas han sido un impedimento. Junto a su hermano Rolando se encarga de 13 hectáreas destinadas al cultivo de la piña española roja, una variedad poco producida en el país, rica en sabor y nutrientes.
Casi por obra del destino ambos jóvenes tuvieron que ocuparse enteramente de una labor que ya venían ejerciendo sus progenitores. A tan corta edad, Orlando y Rolando tienen la gran responsabilidad de atender la finca que heredaron de su padre.
Llegar a Jagüeycito es poder apreciar un lugar donde se encuentran frutas por doquier, frescas, rebosantes, saludables. Allí se encuentra hombres gozosos de lo que hacen, conformes con la vida, que también luchan contra las desavenencias, contra los obstáculos, unos inevitables, otros nacidos de la ineptitud e incompetencia. Hoy en Jagüeycito germinan frutos alrededor de lo que pudiera representar para muchos la mayor limitante.
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