ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Foto: Endrys Correa Vaillant

«Mi papá está loco, que cambia “cualquier pedacito de oro”, la merienda de la tarde, su recuerdo de niñez más preciado, una tanda de arroz congrís hecho por mi mamá... lo que sea da, por vacunarse», decía la hija de Juan Carlos de la Peña hace dos meses, mientras pedía «a santos en el cielo y la tierra», para que los científicos cubanos lograran acelerar cuanto pudieran y llegara pronto el día en que una jeringuilla se posara en el hombro de su padre.

Juan Carlos ha sido un maestro de esos inolvidables para sus discípulos, pero hace más de diez años, mientras cumplía misión internacionalista en Mozambique, sufrió un infarto cerebral que lo puso al borde de la muerte y le hizo perder la movilidad de manera permanente. Desde hace más de un año su anhelo de que Los Leñadores se coronaran otra vez en la Serie Nacional de Béisbol, fue superado por el de la existencia de un pinchazo salvador.

Ese deseo se hizo realidad el pasado 3 de agosto, cuando recibió en su hogar la primera dosis de la vacuna Abdala. Cuenta la familia que quiso vestirse de caché y ponerse su nasobuco cinco estrellas. No ha tenido reacciones adversas, solo felicidad, y la emoción de que ya casi llega la segunda dosis, luego la tercera y muy pronto quedarán atrás estos días en los que un saludo con el puño es el contacto más estrecho.

En la ciudad de Las Tunas –como en todo el país– varios equipos llegan hasta la casa de los más de 700 pacientes que se encuentran encamados o con movilidad reducida. La doctora Erlina Pérez Escalante, una de las que ha protagonizado esta labor, considera que «ha sido un hecho trascendental», pero siente que es lo menos que puede hacer para proteger a su población más vulnerable.

Millones de personas han recibido en Cuba al menos una dosis del inmunógeno, y entre ellos adultos mayores, impedidos físicos, pacientes con tratamiento dialítico, embarazadas y madres lactantes. Unos agradecen a su Revolución, otros al Comandante en Jefe por su magia y su talento para impulsar una ciencia que nos proteja. Todos han colocado entre sus recuerdos más preciosos el momento de ese pinchazo, que, aunque dura un instante, se vuelve eterno.

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