Matanzas.–«No lo veo como una desdicha, más bien un contratiempo, como otros en esta vida, y que una debe asumir sin derrotismo y con mucha fuerza de voluntad, para no deprimirse y aprender a vivir con la enfermedad. Resulta muy complicado. El que se dializa enfrenta riesgos y problemas muy a menudo. Una vez estuve sangrando largo tiempo porque la fístula no cerraba. Gracias al personal médico superé esa y otras complicaciones. No tengo quejas y me siento agradecida por todas las atenciones. Aunque los médicos nos hablan claro, sin engaños, lo importante es mantener la esperanza y ser optimistas para ver cumplido el deseo soñado; eso es lo que hace falta».
En estas emotivas palabras se resume la impresión de más de un enfermo, pero es esencialmente el sentimiento de Gladys, una valiente mujer matancera de 78 años de edad, quien desde 2017 recibe tratamiento de diálisis en el hospital Faustino Pérez,uno de los tres centros de la provincia donde prestan ese servicio. Para muchos de ellos, la enfermedad no es el fin y cada día encuentran una motivación para darle sentido a la vida.
TODAS LAS PRECAUCIONES
Estos tiempos marcados por la COVID-19 han sido duros para todos, pero resultan particularmente difíciles para pacientes con enfermedades de manifestaciones clínicas muy sensibles y que necesitan tratamiento, aun en las peores condiciones.
En ese grupo aparecen las personas con insuficiencia renal y a quienes es preciso atender con diálisis (técnica que sustituye parcialmente la función de los riñones), molesto proceder que es imprescindible para su supervivencia.
El tratamiento médico adquiere una dimensión especial en el sistema de salud cubano, y el país no repara en gastos y esfuerzos para garantizar el servicio, aun en circunstancias señaladas por un complejo escenario sanitario y un bloqueo económico recrudecido.
Según la doctora Vionaylda Ordoñez Pérez, jefa del Grupo Provincial de Hemodiálisis, en la provincia hay alrededor de 1 300 personas diagnosticadas con problemas renales serios, lo cual significa que sus riñones están dañados y no pueden filtrar la sangre como deberían.
De ese total, unas 200 padecen ya de insuficiencia renal y, por tanto, reciben tratamiento dialítico, señala, tras aclarar que la diabetes y la hipertensión arterial son las causas más comunes de la enfermedad. «El daño renal se produce lentamente durante años, y muchas personas no tienen ningún síntoma hasta que la enfermedad está muy avanzada».
Ordoñez Pérez conoce la historia al dedillo de esos pacientes, «han llegado a ser parte de su vida», comenta.
«Van en días alternos al hospital y terminan siendo familia del personal de salud que los atiende. Hay algunos que siempre están anímicamente arriba, pero otros no. Cuando hay un percance, una sufre con ellos».
Expone la especialista que, gracias al cuidado extremo por su bienestar y las precauciones sanitarias recomendadas por las autoridades de salud, solo cuatro de ellos han sido confirmados casos positivos a la COVID-19, y, lamentablemente, uno falleció.
En este sentido, manifiesta que una de las medidas más significativas fue trasladar a los pacientes positivos o sospechosos al hospital militar Mario Muñoz, hacia donde se movió el personal especializado y crearon las condiciones necesarias para dializarlos y atenderlos en un aislamiento específico, sin contacto con otros pacientes.
«A ellos se les instruye permanentemente sobre el uso del nasobuco y el lavado frecuente de las manos, así como con otras medidas higiénico-sanitarias, y sus flujos en el centro asistencial están diferenciados, en particular los que presentan síntomas respiratorios», detalla Andrés Lamas Acevedo, director del hospital provincial Faustino Pérez.
«Se les realizan chequeos frecuentes y son prioridad en la atención primaria de salud. Como norma, del Instituto Nacional de Nefrología llaman cada día para preocuparse por la suerte de estos enfermos».
LA PUNTA DEL ICEBERG
Según Marlén Hay, especialista en Nefrología, esas personas tienen un alto riesgo de complicación en caso de contagiarse con la COVID-19. De ahí la importancia de extremar las medidas de prevención.
Explica que se trata de pacientes inmunodeprimidos, para quienes es indispensable reforzar el distanciamiento físico y el aislamiento en algunos casos, así como evitar las salidas innecesarias, en las cuales puedan quedar expuestos.
Actualmente, existe una tendencia al crecimiento de la enfermedad, debido a la longevidad y a la sobrevida de las enfermedades crónicas no transmisibles, aunque existen consultas especializadas para prolongar su arribo a diálisis y, en caso de que lleguen, lo hagan en mejores condiciones de nutrición.
Comenta que las 1 300 personas diagnosticadas con la enfermedad renal crónica son apenas la punta del iceberg, una parte ínfima de las que en realidad tienen problemas renales. Se sabe con certeza que, «debajo del témpano», hay una cantidad mucho más grande de enfermos.
TODO ES GRATITUD
Hace 22 años que Fátima Dueñas Oquendo labora como enfermera de Hemodiálisis en el Hospital Faustino Pérez, a donde acuden 62 pacientes a dializarse, un protocolo que dura unas cuatro o cinco horas.
Aunque esos delicados procederes son ya bastante comunes para ella, cada paciente termina por entrar en su vida. «La relación es muy estrecha, casi familiar, nos vemos casi a diario, y lo que les pasa a ellos también lo sentimos nosotras».
Enfatiza en que en este periodo de pandemia han sido rigurosas las precauciones en hemodiálisis para garantizar la seguridad de los pacientes y del personal de salud, lo cual comprende, además, las medidas sanitarias en el transporte, que asume el traslado de los pacientes.
«No tengo nada que objetar de la atención aquí, todo es gratitud», expresa la maestra Edurnet Pérez Hernández, quien recibe tratamiento de diálisis desde hace algo más de un año y que, como otros muchos pacientes, sigue al pie de la letra las indicaciones de los especialistas, y batalla, sin cubrirse de pesares, contra el delicado padecimiento.
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Nefrología Cfgs dijo:
1
25 de diciembre de 2020
07:41:30
Roberto O. Millán dijo:
2
29 de abril de 2022
17:33:36
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