TRINIDAD, Sancti Spíritus.–Cuando en marzo pasado se disparó en Cuba la alarma de la COVID-19, justamente en un hostal de la villa trinitaria que acogía a un grupo de italianos procedentes de la región de Lombardía, y días después el país puso cerrojos para cuidar a los nuestros a los aeropuertos y a toda la actividad turística, muchos dueños de negocios y trabajadores vinculados al sector en la ciudad del sur espirituano se encomendaron a la Divina Providencia.
Sobrevivir sin turismo en una suerte de baja perpetua, con Europa cerrada como un castillo medieval bajo asedio, el gobierno de Estados Unidos taponándole los pulmones a la Isla y la pandemia creciendo como la mala hierba, parecía, cuando menos, un episodio salido de los territorios de la ficción y no lo que verdaderamente era: realidad constante y sonante.
Tal situación, incluso con la protección tributaria aprobada por el gobierno cubano para el cuentapropismo, obligó a los trinitarios a echar mano a los ahorros, a improvisar cafeterías en medio del confinamiento, a retomar oficios y hasta rezar por la aparición de alguna de las tantas vacunas en gestación.
Pero Trinidad también tuvo la mala suerte de tropezar, otra vez, con las nuevas circunstancias que ha venido imponiendo la epidemia originada por el SARS-COV-2: cuando la situación higiénico-sanitaria aparentaba amainar, se destapó el rebrote que convirtió a Sancti Spíritus en uno de los epicentros de la enfermedad en Cuba y a la llamada ciudad museo, en una plaza vulnerable.
En medio de esta situación, uno de los hoteles de la península de Ancón, el Village Costasur, fue escenario del primer evento de transmisión local en una instalación turística cubana, el cual salpicó a huéspedes, trabajadores, familiares e incluso «voló» hasta la zona de Yaguajay, en el otro extremo de la provincia.
NADA SUSTITUYE LA RESPONSABILIDAD
El llamado realizado por el primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, en su reciente visita a Sancti Spíritus y a Trinidad, a reactivar la vida económica del territorio y, en especial, a reabrir la industria del ocio en estos predios y casi en seguida la aprobación de una nueva fase para el municipio trinitario, llegaron como un bálsamo para los miles de trabajadores estatales y del sector privado, vinculados a la actividad.
«Trinidad sin turismo no es Trinidad», recordaba Marrero en alusión a la acostumbrada rutina de sus calles, al casi permanente mercadeo de los artesanos, a la concurrencia de miles de turistas en su centro histórico y al inusitado crecimiento de la red de hostales, paladares y cafeterías que hoy distingue a la ciudad, solo equiparable con lo existente en el Valle de Viñales, en Pinar del Río.
El mandato, obviamente, contenía también la dosis de sensatez que implica una decisión de tales dimensiones, lo cual tampoco resulta nuevo para las autoridades del territorio, que de manera sistemática han venido alertando sobre el reto que constituye adaptarnos a la nueva normalidad, en particular cuando resultan conocidas las deudas que existen con la percepción de riesgo en buena parte de la población.
«La principal medida que debemos garantizar en la provincia es la responsabilidad», recalcaba recientemente Deivy Pérez Martín, presidenta del Consejo de Defensa Provincial, al valorar el impacto que representa para Sancti Spíritus el cambio a la primera fase recuperativa de la COVID-19.
«Yo creo que esa medida no la puede asegurar ninguna institución ni ninguna organización, la garantiza cada espirituano en lo individual, en lo familiar, en lo social y en lo institucional», decía la presidenta del Consejo, luego de que el Grupo temporal de trabajo para la prevención y control del nuevo coronavirus actualizara el índice de incidencia de la pandemia sobre Sancti Spíritus.
UNA «DESESCALADA» ATÍPICA
En correspondencia con la decisión, la provincia hoy se encuentra en la primera fase recuperativa, sin embargo, aunque suene contradictorio, sus municipios no: la capital provincial y Cabaiguán permanecen en transmisión autóctona limitada, Trinidad ahora pasó a segunda fase y los territorios restantes –Yaguajay, Fomento, Taguasco, Jatibonico y La Sierpe– saltaron hasta la tercera fase, lo cual también dificulta la llamada «desescalada».
La coexistencia de diferentes fases en la misma provincia evidencia, ante todo, que la propagación de la epidemia no ha sido lineal, pero ello en modo alguno debe leerse como «la libertad de unos y la penitencia de otros».
El Consejo de Defensa Provincial de Sancti Spíritus ha hecho circular un paquete de medidas que resultan de obligatorio cumplimiento, lo mismo para la capital provincial y Cabaiguán, los municipios más atrasados, que para Trinidad –en una posición intermedia–, o el resto de los municipios que ya disfrutan de la tercera fase.
Entre ellas se cuentan el uso del nasobuco, la vigencia del distanciamiento físico entre personas, las medidas higiénico-sanitarias –el lavado sistemático de las manos en primera instancia–, el mantenimiento de los puntos de control sanitario en frontera, la prohibición de la entrada de personal con síntomas respiratorios a los centros de trabajo y el empleo de medios de protección para el personal médico u otros trabajadores expuestos en áreas de riesgo.
ABRIR CON MESURA
Porque en cada esquina cubana hay un conocedor de pelota y, al parecer, también un epidemiólogo, la decisión de abrir Trinidad al turismo –como ya lo han hecho otros polos del país– ha suscitado un mar de opiniones, lo mismo en las escalinatas de la Casa de la Música, que en la Plaza Mayor o en los sitios digitales y redes sociales donde se habla del tema.
Teresita Romero Rodríguez, vicepresidenta del Consejo de Defensa Provincial, recordaba en comparecencia televisiva que, tanto Trinidad como el resto de los municipios autorizados a recibir turismo (se incluyen las bases de campismo popular), tendrán que respetar estrictamente los protocolos, incluidos la ocupación de hasta un 60 % de las capacidades y la presencia del médico y la enfermera en las instalaciones.
«No es a la carrera», le comentaba a Granma Alberto Ramos Amador, subdelegado del Ministerio del Turismo en la provincia de Sancti Spíritus, quien especificó que, en el caso de Trinidad, por ahora, abrirá el hotel Las Cuevas y los restantes se irán incorporando en dependencia de la demanda.
A la espera de lo que traerá esta temporada anormal se encuentran también las más de 1 300 casas de arrendamiento y los 103 restaurantes y paladares existentes en Trinidad, de los cuales solo una cifra muy reducida mantenía algún tipo de actividad cuando llegó la noticia del cambio de fase.
La parálisis impuesta por la COVID-19 no solo ha mermado los ingresos de los más de 7 600 trabajadores acogidos a las diferentes modalidades del trabajo por cuenta propia en el municipio, sino que también ha repercutido sobre el presupuesto local, que ha dejado de ingresar varios millones, una realidad que pudiera comenzar a transfigurarse ahora mismo pero que tampoco experimentará un giro radical de la noche a la mañana.






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