En su noble propósito de persuadir al país del nefasto efecto que traen aparejado las adicciones a las drogas y, en particular, el consumo de alcohol, el doctor Ricardo González Menéndez, una cátedra de la Siquiatría cubana, ha logrado reunir ejemplos de todo tipo, pero quizá, ninguno tan contundente como el de aquella joven literalmente embestida por una rastra de combustible en manos de un chofer ebrio, que además de impactarla se incendió de inmediato y la dejó viva de puro milagro, pero irreconocible hasta para sus amigos más cercanos.
Con dos fotos suyas, una tomada antes del accidente –juvenil, feliz, despreocupada– y otra después, con el horror del fuego marcado en su rostro, la muchacha comenzó a liderar en su país una campaña contra el consumo de alcohol con una sugerencia tan dolorosa como realista: Todo el que choca con un camión de gasolina no siempre tiene la suerte de morir.
El eslogan muy bien pudiera ser extrapolado a nuestra realidad, donde con independencia de las políticas estatales para prevenir la accidentalidad, el fenómeno es interpretado hoy como una (otra) epidemia que ha enlutado familias prácticamente en todos los pueblos de la isla, con saldo de miles de muertos y lesionados.
Aunque muchos afirman que en Cuba detrás de cada accidente se esconde una botella de ron, los especialistas identifican otras causas igualmente perniciosas: indisciplinas a montón; escasa percepción de riesgo, lo mismo en choferes que en peatones; mal estado y deficiente señalización en la red de carreteras, envejecimiento del parque automotriz, uso inadecuado del cinturón y el casco protector, así como la temeridad y la guapería con que no pocos conductores asumen su rol, incluidos muchos actores del transporte público.
Para corresponder al crecimiento de la circulación de vehículos y peatones en las calles, al aumento de la complejidad técnica de la regulación del tránsito y la repercusión en su seguridad, así como a la conveniencia de perfeccionar el sistema de prevención y educación vial de toda la población y la capacitación de los conductores –como método activo para disminuir los accidentes y sus consecuencias–, Cuba aprobó y puso en vigor desde octubre de 2010 la Ley 109 (Código de Seguridad Vial), un notable paso de avance en relación con la Ley 60, de 1987, que por sí sola tampoco ha podido revertir la sombra de la accidentalidad en el país.
Codeándose de tú a tú con los padecimientos del corazón, los tumores malignos, las enfermedades cerebrovasculares y la influenza y la neumonía, los accidentes se han posicionado como la quinta causa de muerte en el país, una ubicación nada envidiable, y en la que mucho pesan los hechos vinculados a la vía pública, según el Anuario Estadístico del Ministerio de Salud Pública, correspondiente a 2019.
Tras el frenazo de la transportación masiva de pasajeros y la reducción de la circulación vial como parte del enfrentamiento a la COVID-19 ha sobrevenido una pausa significativa en la ocurrencia de accidentes del tránsito en la nación, una suerte de impase que debiera perdurar más allá del nuevo coronavirus.
La reapertura, sin embargo, ya enseñó malos augurios: el pasado 22 de junio, mientras cubría su primer viaje luego del confinamiento nacional, una guarandinga del transporte serrano en el municipio de Fomento, en Sancti Spíritus, perdió la dirección y terminó revolcada en el pavimento con 31 lesionados, afortunadamente sin mayores consecuencias, y días después comenzaron a gotear hechos aislados en varias provincias. Ojalá fueran excepción y no regla en nuestras carreteras.






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norr dijo:
1
10 de julio de 2020
08:26:05
LICF dijo:
2
10 de julio de 2020
09:33:02
LICF dijo:
3
10 de julio de 2020
09:43:28
???? YANIER???? dijo:
4
10 de julio de 2020
09:52:05
Asdrúbal Freire Torres dijo:
5
11 de julio de 2020
16:58:56
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