Si en el criterio popular han sido evidentes las molestias que provocan esos indisciplinados que, sordos a las medidas elementales para enfrentar la epidemia, contribuyen con sus actitudes negligentes a prolongar el peligro de contagio, es porque, precisamente, la responsabilidad es una cualidad de la mayoría de nuestra gente.
Así lo ha reconocido la máxima dirección del país, al sumar la disciplina colaborativa del pueblo a las causas decisivas de la victoria cubana contra la covid-19. Sin embargo, no ha sido el cumplir riguroso de las mayorías ante las disposiciones para el aislamiento social, la única muestra de respaldo consciente a los esfuerzos nacionales para superar la situación. También la respuesta urgente que se dio a la petición de ahorro energético, a fin de equilibrar la generación eléctrica con la demanda creciente por tanta familia en casa, dio un espaldarazo fundamental al éxito de la Isla sobre las adversidades que trajo consigo el nuevo coronavirus.
Los números informados en el último Consejo Energético Nacional dan fe de ello: hasta el 9 de junio el consumo de electricidad en el país se cumplió al 95,1 %, es decir, se gastaron 22 946 megawatts hora (mwh) menos de lo previsto. Buena noticia, sin duda.
No obstante, y siendo consecuentes con lo que ya sabemos que viene «para arriba» del mundo y, por supuesto, para Cuba en materia de limitaciones económicas –con el añadido del cada vez más recrudecido bloqueo de Estados Unidos– el ahorro de todo tipo, incluido el energético, tiene que continuar siendo una premisa.
Lo ha recalcado el Presidente de la República en todas las intervenciones últimas, y el debate del Consejo Energético Nacional lo reafirmó: fomentar el consumo responsable como base del ahorro posible, así como identificar y combatir los delitos e irregularidades en el sector, son prioridades que no han perdido vigencia.
A fin de alinear los esfuerzos en este propósito, se ha conocido cómo, en el mencionado Consejo, el viceprimer ministro, Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, exhortó a las entidades del ramo a estrechar las relaciones para el trabajo conjunto con las organizaciones de masas, en pro de contribuir a eliminar el sobregiro de consumo en los hogares, las tendederas ilegales, los servicios no registrados, los falsos consumos, e incluso, el incumplimiento de los planes asignados a entidades estatales; aunque –y ojo con esto– también llamó la atención sobre que este trabajo profiláctico no sustituye, de ningún modo, la responsabilidad administrativa de las empresas eléctricas en el enfrentamiento a los delitos, las ilegalidades y los excesos en los planes de consumo.
¿La realidad?, un sobregasto de electricidad implica una demanda superior de combustible y, en efecto, una erogación mayor de las divisas escasas. No hay otra interpretación: así como con la epidemia varias medidas sanitarias llegaron para quedarse, también a todas esas que adoptamos para ayudar al país en el ahorro de electricidad, deberíamos prolongarles para siempre la vigencia.
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