
Sus ojitos se quieren escapar del nasobuco que les roza. Sus caritas de niñas buenas se presentan cada mañana para «saber cómo van las cosas». Yo, acostumbrado a entrevistar, por mi profesión de periodista, las provoco para que fluyan sus respuestas, ante el interés que les expreso de «escribir sobre ellas».
Supe sus nombres después de transcurrido un mes de sus recorridos por el barrio. Son las pesquisadoras; las que también, no importa su juventud, ya forman parte de la historia del combate contra la covid-19.
Una se identifica como Sofía Quirós González, la «muchacha de la gorra», y así firma en una hoja, donde me aporta algunos elementos que pedí ampliara para escribir esta crónica. La otra, Melisa «no se le da eso de hablar para la prensa». Y optó por no hacerlo.
Les argumento que solo por su callada labor de cada día, merecen –cómo no– ocupar espacio en nuestros medios y ser conocidas por nuestro pueblo. A ambas también las aplaudimos cada noche, cuando salimos al balcón. En ese momento vienen a mi mente tantos médicos, enfermeras, y ahora también estudiantes de medicina, que contribuyen todos a construir un país sano.
«Pesquisar es una experiencia que, además de ser útil para la detección temprana de posibles enfermos, nos enseña a conocer a la población, sus luces y sombras», explica Sofía.
Se ajusta el nasobuco, tomándolo por el lugar correcto. Sus ojitos brillan, y entonces habla de las «luces».
«Luego de varias semanas de pesquisas y distanciamiento social, encontramos que, en el momento de visitar las casas, hay algunas cerradas. Esa pudiera ser la sombra, pero también es verdad que el espíritu de cooperación de nuestro pueblo es muy grande», explica y se embulla a narrar: «En una oportunidad, al acercarme a una vivienda encontré un cartel en la puerta que decía: “A los jóvenes doctores de la pesquisa, en esta vivienda somos tres personas. Tenemos entre 20 y 55 años. En este momento salimos a comprar pollo. Todos estamos en perfecto estado de salud. Que tengan un buen día y cuídense mucho”.
«Me reí muchísimo, y me di cuenta de lo grandiosa que es nuestra gente y lo bueno que es conocerla», asegura la joven que hoy, con 20 años de edad y cursando el tercer año de Medicina, en la Facultad Manuel Fajardo, de La Habana, no se arrepiente de la profesión por la que optó.
«No me imaginaría haciendo otra cosa que no sea la medicina. Quizá sea influencia familiar, porque, menos mis padres, que tienen otras profesiones, tengo en la familia un siquiatra, un cardiólogo, un fisiatra y un reumatólogo», relata.
¿Y tú especialidad cuál será?: «Todavía no estoy decidida, habrá tiempo, soy muy joven, pero le aseguro que médico seré».
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