Bayamo, Granma.–Extender su brazo y dejar que fluyera, generoso, el plasma «sanador» con el que ayudaría a combatir el nuevo coronavirus, ha sido para Laritza Hidalgo López la mejor manera de decir: ¡Gracias!, ante tantos desvelos compartidos para que ella sea hoy una de las más de 1 800 personas en Cuba recuperadas de esta enfermedad hasta la fecha.
Camarera en un crucero de la compañía italiana msc, esta joven de 37 años arribó a la Isla a mediados de marzo, sin imaginar que, solo unos días después, sería noticia al convertirse en la primera granmense contagiada con el virus en la provincia, y el caso 14 identificado en el país.
«Ese número nunca lo voy a olvidar. Aunque ya me habían informado que era positiva, verlo en la televisión fue duro, muy duro», cuenta Laritza, desde una de las camillas del Banco de Sangre Provincial, radicado en Bayamo, donde comparte por vez primera su líquido vital –ahora– hiperhimune, con la certeza de que ese gesto de amor impedirá a la covid-19 apagar una vida.
Allí, mientras intenta que no se le nuble la mirada con una llovizna de emociones, la «muchacha de Grito de Yara» (su poblado), como se le comenzó a llamar por muchos desde que apareciera en los titulares de los medios de prensa en Granma, narra, en una retrospectiva casi fotográfica, su vivencia personal con la pandemia.
«Llegué a La Habana el 14 de marzo, sin síntomas, y de ahí viajé hasta mi casa; al llegar, ya los médicos de mi área de Salud me estaban esperando, porque sabían que venía desde Italia, una de las regiones más complicadas con el virus. El día 17 me dijeron que debía irme al centro de aislamiento en la villa Cautillo, para observarme; el 18 me hicieron la prueba, y el 19 recibí la confirmación».
Algunas horas más tarde, Laritza llegaba al hospital militar Doctor Castillo Duany, de Santiago de Cuba, para ser tratada. Desde entonces, han trascurrido más de dos meses, entre ingresos y aislamientos, pruebas y resultados, en los que se consolidaron sus razones para sumarse a los que no pueden dejar de aportar un granito de arena en esta batalla de todos por la vida.
«En ningún momento tuve síntomas; tampoco miedo, quizá porque la Medicina cubana es única, y eso me dio seguridad y confianza para saber que iba a sanar. Mi mayor preocupación eran mi madre y mi niño, Fabián, de diez años, pero ellos no fueron contagiados. De hecho, enfrentar el virus en mi país es lo mejor que me ocurrió, porque si todo salió bien fue por la atención médica que recibí y la preocupación constante por mí, por mi familia y por mis contactos.
«Por eso cuando me enteré, aun estando ingresada, que una vez curada podía donar mi plasma, comencé a ocuparme más de mi alimentación y mi descanso, pues la doctora me explicó que entre los requisitos para ser donante debía tener la hemoglobina bien y estar estable.
«Y si emocionante fue el anuncio de mi alta clínica el 20 de abril, mucho más lo fue recibir después, el 4 de mayo, junto al alta epidemiológica y el pcr negativo al virus, la prueba positiva al anticuerpo. Estaba lista para donar», afirmó.
Así, sin dejar de mirar, a intervalos, las gotas de «vida» que, poco a poco, llenan la bolsa de 600 mililitros, y con esa sensibilidad propia que emana solo de la gente noble y agradecida, Laritza añadió: «Hacer esto es un placer inmenso, y estoy dispuesta a contribuir las veces que sean necesarias, porque es la forma que tengo de ayudar a otras personas que padecen la covid-19, y porque para mí colaborar con la Medicina es lo más grande que pueda vivir un cubano que ame a su país como yo».
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