ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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Roberto Sarduy Pedrosa, uno de los pacientes, comprende la importancia del uso del hipoclorito de sodio para lavarse las manos. Foto: Dunia Álvarez

Enrique Mawegue Borrego y Roberto Sarduy Pedrosa, pacientes del Centro Médico Sicopedagógico Hogar La Castellana, ubicado en el municipio de Arroyo Naranjo, en La Habana, saben explicar el autocuidado que deben cumplir ante la pandemia de la covid-19, a pesar de padecer una discapacidad intelectual severa.

Ellos comprenden la importancia del lavado de las manos, y de la necesidad de ejecutarlo antes de comenzar sus actividades diarias, o cuando van a ingerir alimentos, además de mantener sus camas ordenadas y la higiene individual. Se saludan con los codos o poniendo sus manos en el pecho para simbolizar un «te queremos con el  corazón».

Lo expresan con una sonrisa, porque la tristeza desapareció de sus rostros desde que viven en La Castellana junto a otras personas que, como ellos, padecen de discapacidad intelectual profunda y no cuentan con un familiar que los pueda proteger.

Es evidente que el impacto del nuevo coronavirus también ha modificado las rutinas y protocolos médicos en esta institución del Ministerio de Salud Pública, cuya misión fundamental es brindar asistencia social a pacientes con importantes limitaciones mentales, así como asistencia médica especializada a los internos y seminternos y a la población en su comunidad.

En una extensión territorial de aproximadamente dos hectáreas, un equipo multidisciplinario de 234 trabajadores, que incluye a médicos, enfermeras, logopedas, educadores especiales, rehabilitadores, asistentes y fisiatras, ofrece una atención pormenorizada a 292 personas de todas las edades, según sus necesidades cognitivas. La inmensa mayoría de los pacientes son adultos.

«Nosotros respondemos por sus vidas y todo cuidado es poco», asegura  la Máster en Ciencias en Educación Especial Marileidys Perdomo Monteagudo, directora de la institución, quien explica sobre las medidas adoptadas para preservar la salud de sus pacientes ante la contagiosa enfermedad.

RIGUROSAS MEDIDAS DE PROTECCIÓN

A la entrada de la institución, todos los autorizados a ingresar deben desinfectar sus manos y zapatos con el hipoclorito de sodio, mientras una trabajadora realiza pesquisas para detectar síntomas de alguna enfermedad respiratoria. «Se prohíbe la entrada a quienes tengan señales de gripe o hayan sido contacto de algún visitante del exterior, aunque realice una actividad imprescindible para el centro», enfatiza la Directora de La Castellana, quien se desempeña en el centro desde hace 27 años.

Tras la llegada de los trabajadores a la institución, proceden a cambiar su vestuario por uno sanitario más apropiado, principalmente las auxiliares de enfermería, encargadas de asistir a los pacientes en sus necesidades vitales.

«Con los internos se insiste en el lavado de las manos hasta el cansancio, para que lo incorporen como un hábito de vida, además de la distancia física con otras personas y en la alimentación adecuada, a través de actividades como el matutino o las audiencias sanitarias», señala Perdomo Monteagudo.

Para esta etapa en que siguen suspendidas las jornadas laborales, educativas y terapéuticas, los trabajadores incrementan los niveles de motivación e iniciativas para que los pacientes no se depriman por las largas horas de ocio, y con ello puedan incrementar los riesgos de contraer una infección de cualquier tipo.

«Les propiciamos actividades para su distracción como la confección de objetos, trabajo en las áreas comunes o simplemente ver la televisión», añadió la directiva, quien agrega que las disposiciones epidemiológicas obligaron a un mayor rigor en la higiene personal y ambiental.

Estas medidas también fueron corroboradas por la licenciada en Educación Especial María Nieves Pérez Núñez, quien mantiene a varios internos en el taller artesanal, en la confección de objetos decorativos, y destaca que en los locales se cambió la ubicación de los muebles para lograr un mayor distanciamiento entre las personas. También se colocó un recipiente con agua clorada para la higienización de las manos.

 

LOS ORÍGENES

El Hogar La Castellana inició sus labores en el año 1963, ante la necesidad de atención de un segmento poblacional que presentaba severas limitaciones intelectuales, sensoriales o motoras.

Se ubicó en el antiguo inmueble de la Quinta Castellana, centro de Salud creado en 1926 por la Asociación de Castellanos de Cuba, y que ofreció servicios a ciudadanos españoles oriundos de la región de Castilla.

En 1967 se introducen los primeros programas sicopedagógicos, por lo que se transita de un paradigma funcionalista, basado en criterios muy clínicos, a concepciones científicas avanzadas, que permitieron un mejor desarrollo del  modelo cognitivo en personas con discapacidades intelectuales severas, bajo el principio de que toda persona es educable.

En La Castellana, Enrique Mawegue Borrego y Roberto Sarduy Pedrosa se sienten como en familia. Saben del peligro del nuevo coronavirus y aplauden todas las noches, junto a sus compañeros, a los profesionales de la Salud, por demostrarles, a diario, que en Cuba todos importan.

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Tania A. Peón dijo:

1

2 de junio de 2020

22:16:32


Felicidades a todos los trabajadores de esta institución q con un infinito amor se entregan a diario x el bien de la bella familia q junto a los pacientes han creado. Esta es la grandeza de los cubanos!!!