
Fernandito, como le decimos todos –aunque su mamá Alina de vez en cuando le suelta un ¡Fernandooo…! para advertirlo por alguna de sus acciones propias de sus intranquilos 11 años–, sorprende cada noche con sus «tambores» que anuncian en mi cuadra el principio de los aplausos de las nueve.
Es un niño que, vecino a dos casas de donde vivo, ha tenido la característica de ser educado, saludar cada vez que se encuentra con otra persona, acompañar a su abuelo Yasells a algunas de sus salidas en busca del «pan nuestro de cada día», como le llama el ya jubilado militar y periodista.
A Fernandito ahora se le ha ocurrido acompañar los aplausos de sus familiares y vecinos dando golpes a latones y cajas. Dice hacerlo «para que lo oigan los médicos, los que salvan vidas por todo el mundo». También a los del cercano hospital Marfán, donde le han atendido algún que otro malestar.
–¿Cómo se te ocurrió eso de los tambores?
Su respuesta lleva implícita gran cantidad de fantasía infantil, aunque me daba la impresión de estar hablando con el integrante de una formación musical, con predominio de instrumentos de percusión:
–No son tambores, son cubos de limpiar y palos utilizados como baquetas para poder hacer mi propio homenaje a los médicos del mundo y, en especial, a los cubanos.
«Primero fui cogiendo cajas de varios tamaños para lograr sonidos distintos, pero que tuvieran ritmo. Los pegaba con cintas, tomé un hierro y lo pegué con goma. Lo probé por primera vez y no me funcionó y entonces lo desarrollé con tres cubos y dos palos».
–¿Qué mensaje quieres enviar con esa iniciativa?
—Esta es mi voz para ayudar a combatir este virus, y que todos sepamos que hay que hacer las cosas bien, por lo menos, por respeto a los médicos que nos atienden.
«Para los que no me escuchan por estar lejos, cuídense, colaboren, no incumplan las medidas orientadas por el Ministerio de Salud Pública y el Gobierno».
El niño, según cuenta su mamá, quiere ensayar desde las ocho y media de la noche, «pero es demasiado», advierte Alina, quien explica que ya a esa hora comienza a trasladar los «instrumentos musicales» para el portal de la casa.
Y, mientras conduce el ritmo de sus cubos y palos, su abuela Margarita y el abuelo Yasells, juntan las palmas de las manos, y al lado de Alina y Fernando, los padres del «músico solidario», aplauden con un mensaje de amor para todos los trabajadores de la Salud que han hecho de sus vidas un compromiso para con el mundo.
Esta noche, como todas, volveremos a escuchar los tambores de Fernandito y lo aplaudiremos a él también, por su iniciativa solidaria.
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