ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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La Villa La India, ubicada en las afueras de la ciudad de Camagüey, funciona como centro de aislamiento para la observación clínica de los pacientes durante el tiempo establecido. Foto: Leandro ­Pérez

CAMAGÜEY.–Cada día que pasa esta ciudad parece otra: el bullicio cotidiano de las principales arterias cede espacio a una tranquilidad inusual, casi generalizada, que habla de una toma de conciencia mayor, entre los ciudadanos, acerca de la necesidad de reducir a lo mínimo indispensable el contacto social.

Amén de ciertos «focos rojos», casi siempre relacionados con lugares donde se expenden productos de alta demanda (bodegas, mercados, panaderías, dulcerías), se gana en comprensión sobre el riesgo que significan las aglomeraciones de público sin observar las orientaciones emitidas por las autoridades de la Salud Pública.  

Y es que en medio de la batalla por enfrentar y prevenir la transmisión del nuevo coronavirus COVID-19 cualquier medida que se adopte parece poca. Salvo uno que otro irresponsable y algunos que se hacen los «olvidadizos», hoy es un hecho en Camagüey el uso mayoritario del nasobuco como medio de protección.

Ante la imposibilidad de dar una respuesta masiva en un corto plazo, se ha puesto de manifiesto el ingenio y la solidaridad popular: atelieres, casas de abuelos, proyectos comunitarios, federadas, campesinas… todos de manera espontánea se han dado a la tarea de confeccionar y aportar la imprescindible prenda sanitaria.

Aunque no resultan la solución mágica ante un enemigo letal e impredecible, el uso del tapabocas y el correcto lavado y desinfección de las manos se incorporan poco a poco a las rutinas diarias de quienes sienten, en lo profundo de su ser, la seguridad de disponer de un sistema de salud que los protege y salva.

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Desde el mismo momento de detectarse el nuevo coronavirus en Camagüey se ha puesto de manifiesto la profesionalidad, el altruismo y la entrega cotidiana del personal de la Salud. Foto: Leandro ­Pérez

Irma Martín Sánchez, delegada de la circunscripción 31, asegura que se ha ganado en percepción del riesgo, aunque no todos responden de manera correcta: «Hay que acudir a los lugares a comprar, pero con disciplina, sin generar tumultos a las puertas de las tiendas».

Residente en el reparto Julio Antonio Mella, Estevané Valdivieso Molina coincide en lo vital del deber ciudadano ante una situación compleja como la que se vive: «Sin nadie pedírmelo, me he dado a la tarea de higienizar tres veces al día las escaleras, los pasamanos, el ascensor y las barandas de entrada del edificio».

A tono con la función que le compete se desempeña también el colectivo del restaurante Jayamá, cuyas ofertas «para llevar» han tenido una favorable acogida entre los vecinos por la calidad, el precio asequible y la variedad de opciones, modalidad presente hoy en buena parte de las unidades gastronómicas de la provincia.

Una alta cuota de responsabilidad asumen igualmente las trabajadoras de la farmacia 666. La técnica Yanetsy Álvarez Rodríguez muestra la amplia gama de jarabes indicados para el tratamiento de las afecciones respiratorias y recomienda los de ajo, toronjil de menta, naranja y orégano.

«Siempre es bueno, insiste, tener en casa estos fármacos procedentes de la medicina natural y tradicional, como igual es de importante adquirir el hipoclorito de sodio tanto para la desinfección del agua como para el aseo de las manos. Solo de este producto vendemos diariamente entre 400 y 500 frascos.»

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No son pocos los reportajes, crónicas y entrevistas que circulan por estos días en los medios de comunicación locales para reflejar las vivencias de quienes, a riesgo de sus propias vidas, ocupan hoy la línea de combate más avanzada en el enfrentamiento de la epidemia en hospitales y centros de aislamiento.

Gracias a la pericia profesional de la periodista Yasselis Pérez Chao, del semanario Adelante, los lectores conocieron a los médicos y enfermeros que en el Hospital Amalia Simoni atendieron los primeros casos confirmados en la provincia con COVID-19, todo un reto ante lo desconocido en condiciones de encierro absoluto.

Tras explorar disímiles variantes para comunicarse con ellos, la joven colega logró conversar a través del chat de Facebook con Yosbel Hidalgo Dieppa, jefe de Servicio de Medicina Interna de la institución: «Lo que hacemos, le respondió el galeno, no es para tanto, sino el trabajo al que decidimos dedicar nuestras vidas».

En medio de tanta tensión y lógicos temores, en la que considera la situación de mayor riesgo a la que se ha enfrentado en apenas dos años como especialista, no dudó un segundo en aclarar: «Esta no es mi historia nada más; es la de siete personas más, y tantos otros en disposición».

Junto a Yosbel, en binomios médico-enfermero para asumir turnos de 24 horas directo con los pacientes y 72 de descanso, han estado Jorge Serrano Jerez, Róger Campos Batueca, Julio López Silverio, Alexander Batista Zayas, Waldo Velazco Nápoles, Liliana Gomila Suárez y Gilberto Sánchez Morgado.  

Con una sencillez que asombra, le confesó a la periodista: «Mentiría si dijera que no hubo temor… Nosotros somos como los soldados, que nunca quisieran tener que participar en una guerra, pero si se presenta saben que tienen que acudir. Y este simboliza nuestro campo de batalla».

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Las industrias camagüeyanas procesadoras de alimentos trabajan para garantizar una oferta estable y variada a la población. Foto: Leandro ­Pérez

Esos sentimientos de solidaridad, altruismo y entrega para ponerle freno a la expansión de la COVID-19 se revelan también en quienes, desde otros frentes de la producción y los servicios, deben garantizar la vitalidad del territorio aun en medio de no pocas limitaciones económicas.

La clarinada para aportar mucho más, y hacerlo con calidad, alcanza a todos por igual: vaqueros, agricultores, azucareros, trabajadores porcinos y avícolas, pescadores, panaderos, dulceros, operarios de las industrias lácteas y cárnicas…De ellos también se espera una respuesta de altura.

Nadie queda fuera de participar en este minuto de peligro. Del actuar individual, consciente y responsable, en mucho dependerá el destino de todos, para que en las llanuras del Camagüey, al igual que en Cuba entera, la odiosa epidemia no pueda expandirse con su secuela de muertes y dolor.

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