Las transformaciones en curso de nuestro proyecto económico-social incluyen la incorporación de la propiedad privada y el mercado como un complemento funcional al proyecto socialista en las actuales condiciones económicas, históricas y geopolíticas de la nación.
La consideración entrelazada de esos elementos, entre otros de no menor importancia, como el cultural, es lo que suele evadir el pragmatismo reciclado, para abogar por un peso y dimensión mucho más acentuado del uso de los mecanismos de mercado, y de ese tipo de propiedad, como solución a los problemas del socialismo.
Indirectamente, con esa táctica consciente o no, contribuyen a la matriz ideológica que insiste en el fracaso de las alternativas, y ponen en la cuenta del socialismo todas las culpas principales, cuando la impotencia ruidosa de las soluciones capitalistas provoca, ahora mismo, un doloroso estruendo mundial por la incapacidad para proteger a sus pueblos de la actual pandemia.
Tal incapacidad tiene nombres y apellidos: el totalitarismo de la propiedad privada, las pretendidas infalibles leyes ciegas del mercado y la separación espuria entre la economía y la política, sobre la que nos advertía Karl Polanyi en La gran transformación, desde que la sociedad se supeditó a la economía, cuando –como en Cuba– debe ser al revés.
Y es que debe tratarse de conducir un proceso que exige atender la concurrencia de dos eventos a la vez: la construcción bajo asedio brutal de un sistema inédito, pero que entonces asume, además, la irrupción de elementos ajenos a la esencia socialista. Una doble creación en que uno de los procesos debe ser la adaptación no disruptiva del otro y, si fuera poco, en dinámica consideración de los eventos descontrolados del capitalismo mundial.
En esa línea es que fallan las propuestas sobre «lo que el Gobierno cubano debe hacer» en la actual coyuntura de pandemia. Se espera que la ciencia económica aporte ideas ajustadas a su especialidad. Pero cuando se evidencia que, como saldo final, alguna de tales propuestas prepondera a la propiedad privada –y la oferta y la demanda, descomunal yerro– en un renglón tan sensible como, por ejemplo, el alimentario, topamos con el nervio central de aquel desconocimiento, o de la intención expresa de un economicismo trasnochado.
La ideología no es una envoltura artificial, de marketing, sino que está en el centro medular de todo proyecto y, claro está, es el nervio central del sistema capitalista.
Una prueba resulta el armonioso matrimonio entre el entusiasmo por las soluciones «puramente» económicas, y la desideologización obamiana. En efecto, esa postura es frecuente en quienes asumen la economía como un compartimento estanco, con sus propias etéreas leyes, ante las cuales no hay más remedio que rendirse.
Ni Adam Smith fue responsable de la «mano invisible», interesada malinterpretación de una frase suya, por otra parte, tan visible hoy en el estrago que la pandemia hace en países ricos, la mano que verdaderamente mueve los hilos de la tragedia.
A más de propuestas de soluciones en curso, indicadas y en vías de acción por nuestro Gobierno, o dicho en buen cubano: que «se caen de la mata», es necesario recordarles a esos ideólogos del cuasi neoliberalismo, cuál es la situación deplorable que sufren ahora mismo los pueblos de esos países del llamado «primer» mundo, donde la economía privada, –o mejor, el coronacapitalismo– ha funcionado no como la solución, sino como el obstáculo mayor para afrontar con éxito la epidemia.
En Italia, en España, y ahora en EE. UU., la principal causa de la catástrofe que padecen ha sido el secuestro de la sanidad pública por la propiedad privada y por los intereses de los que tienen, al «enriquecimiento», como el alfa y omega de sus vidas. Y, en apariencia despreciando las lecciones de esa realidad, se llega hasta aconsejar que, en la Cuba de ahora mismo, el funcionamiento de la cadena alimentaria se conduzca, nada más y nada menos que por la relación de la oferta y la demanda.
Debieran tener en cuenta que, en el sistema político cubano –precisamente por la cosmovisión ideológica que lo sustenta–, el mercado no puede imponer sus intereses en medio de algún evento de urgencia; algo que se fundamenta en la amplia probabilidad que el país tiene de salir, con el menor daño posible, en lo que más le interesa: la vida y la salud de su gente. Eso sí es lo primero que la Cuba nuestra «debe hacer», y hace.
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RAÚL LEONI dijo:
1
26 de marzo de 2020
14:32:17
Yoamna dijo:
2
26 de marzo de 2020
22:06:42
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