
Lo de #ModoVerano es mucho más que el eslogan para esta etapa estival en la Isla. El modo verano es una especie de sentir que se repite año tras año para quienes vivimos aquí cuando llegan esos meses donde coinciden las vacaciones escolares con el calor agobiante y las lluvias vespertinas y macondianas.
Empieza más o menos desde junio, se puede olfatear: hay fragancias de mar salado, aunque sus aguas estén muy lejos; todo despide olores más intensos que de costumbre: las hierbas, los charcos semievaporados y, por supuesto, la gente.
No es solo ese olor acre que se le instala a uno, víctima de la humedad, aunque se haya bañado cinco minutos antes, es también el sol desmesurado lo que nos hace pensar todo el tiempo en duchas frías, playas, piscinas, ríos repletos de sombra, limonadas frappé, jugos de mango, cervezas Cristal…
Así es, claro, muy difícil concentrarse. En el modo verano todo se ralentiza y se asume una actitud mental procastinadora: «Mejor para Septiembre». Por eso se rehúyen los trámites y los hospitales, a no ser que no quede otro remedio, y se asumen las cosas con un espíritu muy deportivo, a tono con las Olimpiadas: «Imagínate, es que casi todo el mundo está de vacaciones».
Ciertamente, con los niños en casa y la programación televisiva especial, los horarios y el ritmo de buena parte de las familias se adapta al cuidado y la recreación; y esa realidad llega a los centros laborales, donde no es solo que haya menos personas, sino que los rincones más insospechados se convierten en guarderías, pequeños de cinco años asisten divertidísimos a reuniones muy serias, alguien usa el TV para ver una peliculita, y trabajadores conscientes buscan un buche de café para sobrevivir a la inevitable jornada, que se siente injusta en tiempo donde todo parece llamar a relajarse.
En el modo verano entran más ganas que nunca de ver a la familia, de estar con los amigos, y la alegría de estar vivo se pega a la piel, como los guisasos a los zapatos. Los barrios vibran de fiestas inventadas, de chiquillería bulliciosa, de música dislocada…
El modo verano es una combinación compleja y explosiva de displacer y bienestar, de estrés y relajación; que no desaparece como empieza, poco a poco, sino de forma tajante el primer día de escuela en Septiembre, –aunque no haya estudiantes en casa– cuando vuelven los uniformes perfectos a entrar a las aulas y todo empieza renovado, con metas nuevas, como al regreso de un imprescindible intermedio.









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