ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Tomada de barcelo.com

Necesitamos ciclos y cierres. La rutina, tan denostada por su poder de aburrirnos, es también, si se la salpica con la dosis necesaria de improvisación, una manera de mantenernos enrumbados, cuerdos.

Entre esas pautas está la celebración del año que termina y la bienvenida al nuevo. Aunque sea solo cuestión de calendarios, y quitando todo lo que el mercado se aprovecha de esa humana ansia de reiniciarse, diciembre se nos hace un mes especial.

Todos tenemos nuestras dosis de recuerdos asociadas a esta época del año, buenos, malos o nostálgicos; pero de lo que no cabe duda es de que este, apenas empieza, es el mes de las certezas.

En diciembre sabemos qué nos hace feliz y qué no, porque queremos conservarlo o terminarlo no bien cierre la etapa; sabemos a quién amamos y a quién extrañamos, porque es la persona que anhelamos tener en nuestra mesa.

Entendemos, además, nuestras verdaderas metas, porque son esas que repetimos año tras año, diciéndonos, este enero sí «voy a empezar a correr», «voy a cambiar de trabajo», «voy a escribir ese libro», «voy a permutar», «voy a ahorrar para un viaje»...

Y a veces las cumplimos y otras no, por falta de voluntad o circunstancias adversas, pero están ahí, recordándonos que otra vida o una mejor es posible, y que en buena medida conquistarla depende de nuestras acciones.

En ese sentido, diciembre es también la posibilidad, la puerta a lo otro, los dos puntos detrás del enunciado.

No obstante, lo que tiene de malo el discurso fundamentalista de la autoayuda es que nos dice que es nuestra responsabilidad total abrirnos a un camino nuevo, y eso no es cierto; hay muchos más factores que el deseo propio.

Por tanto, vale la pena sacudir a diciembre de la ansiedad, y que sus certezas sean aliento para los pequeños y grandes pasos, y no para la autoflagelación, ni la culpa.

Disfrutemos esa vuelta a la infancia, fundemos nuestras propias tradiciones, agradezcamos por lo que tenemos (que casi siempre es más de lo que sospechamos) y no nos preocupemos tanto por el oropel de la fiesta, y sí más por su contenido sentimental. ¿De qué vale una mesa espléndida, si las personas que la rodean no son parte de nuestras certezas?

Mientras llega el 24 y el 31 hay que llenarse los pulmones de este aire agradable de fiesta anticipada.

Bien lo sabía Saint-Exupéry: el corazón necesita ritos.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.