Hace exactamente 20 años tuvo lugar un acontecimiento que algunos han llegado a considerar la más grande derrota del imperialismo en América, después de la sufrida en las arenas de Playa Girón, en abril de 1961: el entierro del proyecto neocolonial yanqui denominado Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
Así fue decretado, simbólicamente, por el Comandante y presidente venezolano Hugo Rafael Chávez Frías, a través de un vibrante y profundo discurso antimperialista en el estadio José María Minella, del balneario de Mar del Plata, Argentina, copado por más de 40 000 personas.
Con su estilo apasionado, Chávez pronunció la histórica frase: «ALCA, ALCA, al carajo», que resonó como sentencia definitiva, y que antes, había estremecido las calles de la ciudad argentina en multitudinaria marcha de los movimientos sociales, sindicales, estudiantiles y organizaciones de todo el continente.
En toda esa jornada hubo presencia cubana, con una amplia y diversa delegación de más de 200 participantes –glorias del deporte, artistas, científicos, intelectuales, estudiantes y representantes de organizaciones de masas–, de cuyo desempeño, así como de cada detalle de lo que ocurría en la III Cumbre de los Pueblos –paralela a la Cumbre oficial de presidentes–, estuvo al tanto el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Si bien no presente físicamente, el influjo del líder histórico de la Revolución Cubana se hizo sentir, tanto en la voz de los pueblos como en la de los mandatarios que enfrentaron, en las discusiones de la Cumbre de las Américas, el intento de la administración de George W. Bush de imponer el ALCA.
Los líderes indiscutibles que plantaron cara fueron Chávez; Luiz Inácio Lula Da Silva, de Brasil; y el anfitrión, Néstor Kirchner. También se opusieron los de Paraguay y Uruguay, y resultó una de las victorias más contundentes del ideal latinoamericano de independencia, unión e integración, frente al proyecto de dominación de Washington, que bajo el eufemismo del «libre comercio», pretendía reforzar la condición de patio trasero de la región de América Latina y el Caribe.
La idea del ALCA había sido planteada por la administración de William Clinton, en la i Cumbre de las Américas, realizada en Miami, en 1994. Ya en 2001, en la III Cumbre, en Quebec, Canadá, todos los países presentes, exceptuando la Venezuela liderada por Chávez, votaron a favor del ALCA, con la idea de que las negociaciones estuviesen concluidas para el 1ro. de enero de 2005, y su implementación en diciembre del propio año. Pero para entonces la correlación de fuerzas en la región había cambiado, y fracturó el llamado «consenso de Washington».
Los movimientos sociales llevaban una década de arduo batallar contra el ALCA y, en la medida en que fueron instalándose gobiernos progresistas y de izquierda, los resultados de esa lucha comenzaron a hacerse palpables.
Cuba no había permanecido ajena. Fidel se había convertido en uno de los estrategas fundamentales en la lucha contra el ALCA. Desde finales de los años 90, el Comandante en Jefe emergió como una de las voces más críticas y lúcidas frente a la iniciativa.
Por medio de discursos, entrevistas y reflexiones, Fidel no solo alertó sobre los riesgos económicos y políticos de este acuerdo, sino que protagonizó una batalla ideológica y diplomática que culminaría con su rechazo continental años después.
Para Fidel, el ALCA no era un simple tratado comercial. Lo definió como un «instrumento de anexión», un «nuevo colonialismo» que buscaba «devolver a América Latina a la era de la recolección de frutas». Insistía en que Estados Unidos no deseaba una integración regional basada en la igualdad, sino una relación asimétrica que perpetuara su dominio económico y político.
Asimismo, alertó sobre la desaparición de las monedas nacionales, la pérdida de las industrias locales, el aumento del desempleo, la dependencia financiera y que, bajo el disfraz del libre comercio, se escondía un plan para liquidar cualquier intento de autonomía regional.
«Estados Unidos desea tragarse enterita a América Latina y al Caribe, a través del llamado ALCA», afirmó en 1999. Y añadió: «No quieren unión, porque la unión da fuerza».
Uno de los ejes centrales de su lucha fue la necesidad de «sembrar conciencia», pues se percató de que el mayor peligro no era la posición de los intelectuales –en su mayoría contrarios al ALCA–, sino de la desinformación de las grandes mayorías. Fue abanderado de la propuesta de la realización de plebiscitos antes de cualquier aprobación del acuerdo, para que los pueblos pudieran decidir. «No puede haber anexión si hay plebiscito», advirtió.
La estrategia de Fidel no se limitó a la denuncia, sino que convirtió a Cuba en epicentro de la resistencia intelectual y política al ALCA. Los foros organizados en La Habana, especialmente las conferencias internacionales Globalización y problemas del desarrollo, y los Encuentros Hemisféricos de Lucha contra el ALCA, constituyeron espacios fundamentales para articular la contraofensiva. En estos eventos, Fidel participaba directamente e intercambiaba con intelectuales, economistas y movimientos sociales de todo el mundo, tejiendo alianzas y consolidando argumentos.
Cuando había madurado la batalla contra el ALCA, junto a Chávez, Fidel impulsó la alternativa. Así surgió la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (alba), en diciembre de 2004, una integración basada en la cooperación y la solidaridad, no en el mercado, una respuesta ética y política al modelo neoliberal representado por el ALCA.
Testigos directos en la organización de la III Cumbre de los Pueblos –contracumbre de los pueblos o Stop Bush–, la gran marcha y el acto de masas en el estadio de Mar del Plata, recuerdan la significativa incidencia de Fidel –desde la distancia– en su preparación y realización.
El periodista Randy Alonso, el intelectual Abel Prieto y otros de los cubanos que participaron en la cita cumplían indicaciones precisas de Fidel en temas organizativos, y en la búsqueda de la unidad entre las distintas fuerzas de izquierda allí reunidas.
En La Habana, previo a la realización de los eventos, Fidel también había sostenido intercambios con los argentinos Luis D'Elía, líder y fundador de la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat (fvt), y Miguel Bonasso, diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires, en los cuales pasaron revista a la agenda de la Cumbre de los Pueblos y las distintas ideas.
Fue Fidel el que propuso la participación de Diego Armando Maradona, el astro del fútbol argentino, como un símbolo que podía contribuir a la convocatoria de masas y al impacto comunicacional de la marcha y el acto en el estadio.
Al analizar toda esta historia, es imposible no vincularla con la batalla también política, diplomática y comunicacional librada por José Martí a finales del siglo xix, contra el «convite de la Roma americana» que representaron la Conferencia Internacional Americana (1889) y la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América (1891), en las que el secretario de Estado estadounidense James G. Blaine propugnó la iniciativa de una Unión Aduanera. Martí vio en aquel proyecto un mecanismo para asegurar la «dominación económica y política» de Estados Unidos sobre la América recién liberada de España.
Un siglo después, para Fidel, el ALCA era una versión actualizada del mismo convite anexionista.
Aunque Bush salió de aquella cumbre con la cola entre las piernas, el imperialismo no quedó de manos cruzadas. Pasó entonces a una ofensiva que buscaba satisfacer sus intereses, por separado, con cada uno de los países, mediante la firma de tratados de libre de comercio (TLC), de forma bilateral.
Chávez fue clarividente cuando expresó, en su discurso en el estadio mundialista, que se había ganado una batalla, pero que la lucha continuaría por largo tiempo. «La batalla del ALCA, que como bien decía Hebe de Bonafini, sin duda que la hemos ganado; pero ¡cuidado!, eso es solo una batalla, eso es solo una batalla de tantas batallas pendientes que nos quedan para toda la vida. Ahora, decía que tenemos una doble tarea, enterrar el ALCA y el modelo económico, imperialista, capitalista, por una parte; pero por la otra nos toca, compañeros y compañeras, ser los parteros del nuevo tiempo, los parteros de la nueva historia, los parteros de la nueva integración».
Veinte años después, el entierro del ALCA, en aquellas jornadas del 4 y 5 de noviembre de 2005, en Mar del Plata, Argentina, sigue siendo una inspiración para entender que no es imposible vencer al imperialismo, y que la mejor táctica y la mejor estrategia continúa siendo la unidad, como aquella que se fraguó entre movimientos sociales y gobiernos progresistas y de izquierda con un objetivo común y con claridad meridiana de dónde y quién es el enemigo principal para derrotar.
Fidel lo tuvo siempre muy claro, y eso le permitió convertirse en un estratega en la conducción de la batalla contra el ALCA, y de la victoria final. Con ella se abrieron paso, sin duda, el alba, la Unión de Naciones del Sur (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y otros mecanismos de integración nuestramericanos.










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