WROCLAW, Polonia.— Días atrás, en el mismo comienzo del Campeonato Mundial de voleibol, hablé de la novedosa idea que los organizadores de la Federación Internacional de este deporte estrenaron: la revisión de jugadas por medio del video.
Un circuito cerrado compuesto por diez o 12 pequeñas cámaras ahora rodean el terreno, enfocadas hacia las líneas de fondo, dirigidas también a las rayas laterales, incluso, una está fijada a cada poste que sostienen la malla. Todas tributan sus imágenes a un display atendido por una recién creada figura en el voleibol: el árbitro técnico.
Cuando uno de los directores de equipos manifiesta su desacuerdo con la decisión de los jueces de líneas o discrepa de lo expresado por el árbitro principal, le hace una señal a este último segundos después de concluida la acción, para verificar por medio del video si el veredicto es el correcto. Si la reclamación prospera, el punto ganado puede cambiar de un bando para otro.
Cada mentor tiene dos oportunidades para protestar durante un set. Si hace uso de su primera opción y falla, le quedará solo la segunda; sin embargo, si en esa reclamación inicial tiene éxito, pues le da derecho a mantener otras dos oportunidades de ver el video en el mismo parcial.
¿Dónde apareció la inconformidad? Por estos días me leí un comentario del colega Pelayo Terry, en el que decía: “La resistencia es el peor enemigo que tienen las ideas renovadoras”. Una verdad del tamaño de un templo, porque desde el mismo instante en que se aplicó tan revolucionario método en el voleibol (uno de los deportes que más cambios en sus reglamentos ha experimentado desde 1985 a la fecha), no pocos árbitros han expresado su desacuerdo con que queden en tela de juicio sus decisiones, porque afecta su prestigio y autoestima. En realidad se está buscando más justeza e imparcialidad para que una o varias malas apreciaciones del encargado de impartir justicia no afecte el resultado de un encuentro.
Imagínense que una escena de pocos segundos de duración contradiga lo decidido por el árbitro principal. ¡¿Ah, pero dónde radica la brecha del sistema?!
Esta disciplina cuenta en competencias como el actual Mundial con el Comité de Control de Reglas y Arbitraje de la Federación Internacional, presente en el campo de juego, ubicado cerca del árbitro técnico. Pero el organismo arriba citado no ha designado a nadie para garantizar que, cuando un mentor solicite el auxilio del video, el árbitro secundario como consultor de la imagen, se vea imposibilitado de alterar lo que observa. ¿Quién asegura que ese árbitro secundario no altere los resultados de su gestión para no contradecir lo decidido por el principal, que está de pie sobre la torre en el terreno de competencia?
Dicen que tan pronto se implanta una ley, surge la trampa. Solucionar este tema erradicara un punto neurálgico y ratificará que el video llegó para quedarse en el voleibol.









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cubano 100% dijo:
1
14 de septiembre de 2014
18:28:19
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