ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: portada del libro

Conocer el libro que mereció el premio Portus Patris 2021 –Todas las bestias de la tierra, de Yeilén Delgado–, que otorga la Asociación Hermanos Saíz en Las Tunas, me remitió al instante a aquellas palabras martianas, tantas veces frecuentadas en un mundo en el que, mal que nos pese, no está de moda la esplendidez de la especie.

«¿No hay horas de bestia en el ser humano, en que los dientes tienen necesidad de morder, y la garganta siente sed fatídica, y los ojos llamean, y los puños crispados buscan cuerpos donde caer? Enfrentar esta bestia, y sentar sobre ella un ángel, es la victoria humana».

Y sí, mucho de esto hallé justo en el cuento homónimo que le da título al libro de 75 páginas, en el que la lectura de sus 14 relatos nos hace pensar en el acierto del jurado.

Si bien desde la primera pieza, Un día, un cuento, se nos revela una narradora con pulso seguro para atrapar al lector, avanzar es sentirse conquistado por unas letras aparentemente sencillas, pero que no sueltan; y aunque invitan a volver atrás, para sintonizar mejor con la voz del texto, lo que sucede es que los ojos buscan la siguiente, para ver con qué viene ahora esta joven escritora, que parece conocer al dedillo no solo el ambiente propio, sino el de quien la lee. Confluencia de situaciones, tanto sociales como del espíritu, que el texto ofrece con ardides y nos hace decirnos: claro que sí, es así como aquí se cuenta.

Hay almas habitando el libro. Los personajes encarnan en seres que alguna vez hemos conocido. Creados con el olfato de quien domina las tipicidades, los hay obsesivos con la autoexigencia, simpáticos, angustiados, cálidos, con salidas al vacío, y hasta con las coordenadas tensando el regreso a la prudencia.

De Aníbal Campos, un escritor inseguro y necesitado de escapar, más que del daño exterior, de sí mismo, se lee en Esta noche tampoco podré dormir: «Cerró los ojos y comenzó a recordar su primer poema, aquel concurso en que Mel ganó, el movimiento que quiso fundar, su madre, los mártires: a los mártires artistas la épica les pone el talento o la suerte que les faltaron en la vida».

 No carece el libro de un toque de humor. Un cuento como Memento Mori provoca, en más de una ocasión, la risa. Mari, «muerta de aburrimiento» tras una ruptura matrimonial, va casi a la fuerza, con su amiga Helen, a un gimnasio. «El gimnasio se llamaba: La deseable. Desde que vi a la rubia en bikini del cartel en la entrada deseé que Helen no hubiera nacido nunca. Entramos y, por supuesto, mi licra aleopardada fue el punto de convergencia de todas las miradas. A Helen, aunque parecía un aguacate cortado a la mitad, nadie le puso reparos, no sé si porque estaba embarazada y burlarse de las embarazadas es de mal gusto o porque la desinhibición total es el conjuro contra el bullying».  El argumento que nos divierte tendrá un viraje: lo anodino puede encubrir resortes insospechados.

Volviendo a Todas las bestias…, se trata de un cuento punzante, que hinca no solo por lo que describe, sino por tenerse la certidumbre de que seres como el personaje principal (no en balde sin nombre en el texto), no son tan pocos en un mundo dominado por el poder y las ambiciones.

«De eso sí que yo no sabía, ni de clemencia ni de amar a los enemigos», dice este hombre atormentado por su conciencia, cuyo humanismo, tras la ejecución de ciertas atrocidades, le ha jugado una mala pasada.

«No hay dos personas que lean el mismo libro», ha dicho Edmund Wilson, el escritor estadounidense. En el que acabo de leer, encontré junto a las bestias, ángeles; y no sé si alguno, sin pedir permiso, se me ha guardado dentro.

COMENTAR
  • Mostrar respeto a los criterios en sus comentarios.

  • No ofender, ni usar frases vulgares y/o palabras obscenas.

  • Nos reservaremos el derecho de moderar aquellos comentarios que no cumplan con las reglas de uso.