ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: portada del libro

Hay libros cuya lectura deja tan grato impacto que uno los conserva con la certeza de que volverá a ellos, incluso cuando otros aguardan un turno ya garantizado. Aunque sabida, pude constatar la experiencia recientemente, cuando la noticia de que al escritor Francisco López Sacha se le dedicaría la 32 Feria Internacional del Libro de La Habana. Busqué entonces el título Hacer y deshacer el amor, 7 narradores cubanos contemporáneos, una compilación a cargo del poeta Alex Fleites y con sello de Ediciones Unión, 2015, en el que dos textos del agasajado encabezan los 14 cuentos, escritos por prominentes autores de las letras cubanas contemporáneas. 

Sacha, Arturo Arango, Reinaldo Montero, Leonardo Padura, Miguel Mejides, Luis Manuel García Méndez y Senel Paz nos entregan, en un volumen de exquisita factura, estas «estupendas piezas literarias» que, en palabras de Fleites, tienen como tema las relaciones de pareja «en circunstancias tan singulares como las vividas por los cubanos desde 1959 hasta hoy», y están conectadas, independientemente del sello propio, por «una cierta dinámica narrativa» y «una cierta perspectiva generacional que las emparenta». 

«Nunca pensé que uno pudiera avergonzarse de amor. Siempre imaginé que los enamorados andaban del brazo de la gente, sin ningún temor, felices, y ahora sé que la sensación real es de placer y angustia, todo mezclado, y lo sé porque Marcela encuentra pequeños pretextos para ver a Teresita León que anda llorosa porque el Pinto la acaba de botar y se va de mi lado por instantes y ahí mismo se me meten espinas por dentro, ¿será que no me ama?, ¿será que está nerviosa?, ¿será por hoy todo esto, solamente por hoy?, y cuando vuelve alguien me saca las espinas y me pone un curita de algodón en el pecho para que deje de sufrir, y cuando me acaricia como al descuido, se esfuman todas las preocupaciones y entra una suavidad excitante y me da por pensar que será para siempre, que el amor es bueno, perfecto, es lo mejor que existe». Así se refiere Sacha al más universal de los sentimientos en Me gusta la fiesta, un cuento cuya contraparte –en el contexto de este libro– la hace El cuadro de las delicias.  

De este modo, los autores ofrecen su par de cuentos, como también sus respectivas respuestas a un único cuestionario con temática amorosa al que los sometería Fleites. Estas revelaciones, altamente disfrutables, acompañan la presentación de cada escritor.  

«Íbamos como por una cuerda floja, con un hijo en cada mano y eso que llamamos amor haciéndonos cosquillas», explica Arango. Por su parte, Montero asegura que «del joven que fui queda sobre todo el joven que soy. (…) Es más, cuando me veo en un espejo, a menudo pregunto, ¿y ese viejo quién será?».

«Creo que en mi vida personal, tanto en lo profesional como en lo amoroso, he sido un hombre afortunado. Sigo enamorado de la misma mujer que amaba en 1985 y ella sigue soportándome», deja claro Padura; mientras que Mejides asevera que el joven que fue «no presentía que las criaturas humanas, antes de representar sus últimos ardores, se obsesionaran con evocar las ternuras perdidas».

De los años mozos de García Méndez, «queda, para decirlo rápido y mal, el casco y la mala idea» y «una infinita curiosidad que no ha menguado con los años, la pasión por las palabras, la necesidad de seguir contando historias, el deseo de seguir reinventándome cada mañana (…)», mientras que Senel, en una satírica respuesta, que juega con prejuicios y amnesias, dice: «No recuerdo eso que me pregunta. Por favor, Sr. Alex, no demore tanto en reeditar las antologías».

Hacer y deshacer… es un libro reparador y deleitoso, de esos que guardan en el espíritu una huella similar a un espejo en el que alguna vez nos hemos visto.

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