
No, no fue arrullada por el canto de las caracolas, ni entrando poco a poco en el manto liso del mar nocturno –tal como reza la leyenda que alimentamos en nuestra imaginación– que se despidió del mundo esa poeta mayor, nacida en Suiza, pero indiscutiblemente argentina, que fue Alfonsina Storni.
Había tormenta cuando en la madrugada del 25 de octubre de 1938, desde el muelle del Club Argentino de Mujeres de Mar del Plata, se lanzara al mar, enferma de cáncer y a los 46 años. Al día siguiente su cuerpo sería encontrado sin vida, flotando en las aguas de la costa.
Varios son los modos en que se ha pretendido eternizar su memoria: una hermosa canción compuesta por Félix Luna y Ariel Ramírez, e interpretada magistralmente por Mercedes Sosa, entre otras encumbradas voces; un monumento frente al balneario en Mar del Plata; una escultura emplazada en el cementerio la Chacarita; alguna que otra calle en Argentina y Uruguay, una hermosa plaza. Sin embargo, para enaltecer a la singular poetisa, feminista irrestricta, maestra de tenaz vocación, periodista y dramaturga, nacida hace 130 años, no hay como volver a su obra.
Allí están los acordes de su pensamiento, disipados en sus versos. Allí habla la Alfonsina contestataria, la que no se ajustó a los moldes gazmoños, la que asumió ser madre soltera, pese al insulto del dedo censor, con voz valiente y propia, como si aquellos fueran nuestros propios tiempos.
En no pocas antologías de poesía, seguramente habrá hallado el lector poemas inmemoriales como Tú me quieres blanca y Hombre pequeñito, en los que una Alfonsina resuelta a romper hormas sociales deja clara su postura frente a la dominación masculina: Estuve en tu jaula, hombre pequeñito, / hombre pequeñito que jaula me das. / Digo pequeñito porque no me entiendes, / ni me entenderás. / Tampoco te entiendo, pero mientras tanto / ábreme la jaula que quiero escapar; / hombre pequeñito, te amé un cuarto de ala, no me pidas más. Pero la Storni, vanguardista, resuelta en el decir, es mucho más que sus más conocidos textos.
A la escritora y poeta Marilyn Bobes debemos la compilación –y el prólogo– del texto Alfonsina Storni. Entre el largo desierto y la mar. El libro, con sello Casa de las Américas, vio la luz en 1999. Mucho tiempo ha pasado desde entonces, y no es fácil hallar en otros libros la obra de Alfonsina. Y aunque para acceder a la lectura no debe descartarse la posibilidad de préstamo que ofrecen las bibliotecas (estas propias líneas se auxilian de un ejemplar releído por esta vía), sería muy grato volver al cuaderno, impreso o en formato ebook, dada la relevancia de esta figura de la literatura latinoamericana.
Leerla es asistir a humanísimas revelaciones. Suyas, claro está, pero también a las que, a modo de espejo, nos devuelve su escritura sobre nosotros mismos. Por seguir de las cosas el compás, / A veces quise, en este siglo activo, / Pensar, luchar, vivir con lo que vivo, / Ser en el mundo algún tornillo más, nos dice en Inútil soy, un poema concebido por un ser que «como algún insecto perezoso / Y voraz», ha nacido «para el amor».
En permanente combate por los derechos de la mujer –no olvidemos sus crónicas feministas, firmadas con el seudónimo de Tao Lao–, Alfonsina empuñó con coraje, desde los términos más convincentes, la defensa de sus instintos, restringidos en un entorno patriarcal torcido y asfixiante. Agradecida por el «don supremo del verso» se pregunta:
¿Qué fuera de mi vida sin la dulce palabra? / Como el óxido labra / Sus arabescos ocres / Yo me grabé en los hombres, sublimes o mediocres. (…) Me salí de mi carne, gocé el goce más alto: / Oponer una frase de basalto / Al genio oscuro que nos desintegra. (La palabra).
Bien lo expresan las líneas introductorias de la citada antología: «Más que una exponente de la poesía femenina del modernismo o el posmodernismo o una vanguardia tardía, Alfonsina Storni es una fundadora. (…) A ella tendremos que agradecerle el «acento extranjero» que la separa de las corrientes poéticas imperantes en las primeras décadas de nuestro siglo (…)».
Los juicios emitidos por la prologuista se vigorizan al volver a la obra de la Storni. La razón se la dan los textos, mientras razones poderosas nos invitan al examen. En ellos, Alfonsina salvadora, con sus manos hechas versos, insiste en «apartar la maleza».
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