
«Dear Jim: (…) Me van a fusilar mañana al salir el sol. Por lo tanto, si he de cumplir mi promesa de contártelo todo, tiene que ser ahora. Mas, después de todo, no hay mucha necesidad de explicaciones entre tú y yo. Siempre nos hemos entendido sin muchas palabras, incluso cuando éramos pequeños.
«(…) Este es mi último colear, sin embargo; y después, mañana por la mañana... “La commedia é finita”. Tú y yo traduciremos esto por: “El circo ambulante ha terminado” (…). En cuanto a mí, saldré al patio con un corazón tan alegre como cualquier niño que sale de vacaciones. He cumplido mi participación en la obra y esta sentencia de muerte es la prueba de que la he cumplido bien. Me matan porque me temen y ¿qué más puede desear el corazón de cualquier hombre?».
Dispense el lector si, en el afán de acercarlos nuevamente, o por vez primera, a la novela El Tábano, de la autora irlandesa Ethel Lilian Voynich, me atrevo a asegurar que no pueden leerse las líneas citadas sin que un estremecimiento, que no se quita tras el punto final, nos advierta que estamos a punto de acabar la lectura de una obra que se perpetúa en la memoria.
Las siguen algún párrafo y un diálogo que se lee compartiendo el derrumbe de Gemma –protagonista de la historia, junto a Arthur (El Tábano) y el cardenal Montanelli–, para concluir aquella obra, cuya relectura me debía hace mucho, y ahora, gracias a la 5ta. edición de Arte y Literatura, me permito volver a disfrutar.
Si bien esta nota, como quien viaja a la semilla, empieza desde atrás, a fuerza de conservar intacto un estallido adolescente –que alcanzó su clímax en sus páginas finales, e hizo a la estudiante de letras preguntarse, en muchos sentidos, qué pasaría con ella, cuando el fin la obligara a cerrar definitivamente el libro– justo es referirnos a su inicio, donde una mezcla de entresijo y ternura agarra y no suelta, tal vez preguntándose en qué parte de la historia entra a «volar» un tábano, o de qué modo aquella dulzura inaugural puede conducirnos a lo que ya avizora su breve, pero certera reseña. En ella se adelanta la transformación de un joven revolucionario inglés, que de católico ferviente pasa a ser un ateo irrestricto; el mismo que no perdonará las humanas miserias que harán de él un ser cáustico y suspicaz, el que luchará a brazo partido contra la ocupación austriaca en la Italia de 1830.
Con prólogo de Eduardo Heras León, un exquisito texto con detallada información sobre la autora –considerada por los soviéticos como «una leyenda viva», una mujer desposada con las causas revolucionarias– y razones personales para avalar por qué estas páginas se le convirtieron en «amigas entrañables», El Tábano descuella como lectura esencial, cuando se espera de la literatura la retribución de un ejemplo, el paradigma de la entereza.
Cierto es que regresar en plena madurez a las batallas sicológicas del argumento nos dibuja ante los ojos algunas profecías; sin embargo, no por ello la historia romántica y bien hilvanada que se recrea deja de convencer a quienes se disponen a abordarla. No en balde –y a pesar de alguna fisura– es un libro que trasciende generaciones y exalta el ánimo de no pocos recios.
El tiempo de impasse que nos impone la pandemia es oportunidad para espigar. Si el crecimiento interior al que se aspira tiene que ver con los libros, El Tábano hará su parte. Entonces, seremos más los que sabremos de esa conexión inexplicable que deja este abordaje en quienes lo hemos conocido.









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Leonardo GC dijo:
1
3 de junio de 2020
07:13:24
Madeleine Respondió:
3 de junio de 2020
13:50:10
PP dijo:
2
3 de junio de 2020
08:56:41
Anaisa Alfonso Cabrera dijo:
3
3 de junio de 2020
09:09:14
camilo Respondió:
3 de junio de 2020
18:03:21
Fredy Rosales dijo:
4
3 de junio de 2020
09:44:53
Mileivis dijo:
5
3 de junio de 2020
10:33:47
Maria E Respondió:
5 de junio de 2020
14:16:03
Jose Villar dijo:
6
15 de julio de 2020
00:40:13
Leonardo Guzmán dijo:
7
17 de agosto de 2025
17:34:45
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