
Juan Carlos Tabío, impenitente jugador, amante de la estructura de rompecabezas, escrutador afilado, comenzó a mostrar el eco de su obra mediante Dolly–Back, y su análisis de la realidad y de la apariencia dentro del universo de la representación fílmica.
Lo lúdico como concepto, la sorpresa en tanto tropo de su cartilla, lo inesperado cual vía de solución a los planteamientos argumentales, son el patrón ideo–estético seguido por el finado director de Aunque estés lejos (2003); una cinta en la que también sobresale su habilidad al subvertir cánones y estándares.
Este filme –exhibido en la sala Chaplin por el Día del Clásico Cubano– se comprende y saborea mejor si nos percatamos de sus vasos comunicantes con Dolly-Back, con El elefante y la bicicleta y con pasajes de Lista de espera. La visión diferente que en El elefante… tenían cada noche los moradores de la Isla de la Fe, ante la proyección de Robin Hood, poseía tanta capacidad deconstructiva de los mecanismos y el lenguaje del cine, como lo que sucede con los personajes centrales de Aunque…
El sueño colectivo de los pasajeros del buñueliano espacio cerrado de Lista de espera encuentra su extensión aquí, a través de la ilusión colectiva con que los personajes centrales de Aunque estés lejos (ellos son guionistas y productores) intentan cerrar la coproducción que tanto trabajo les ha costado hacer.
El largometraje escasa relación guarda con el Modelo de Representación Institucional definido por Nöel Burch, casi de forma inductiva relacionado con el discurso hegemónico de Hollywood y la llevada y traída «impresión de realidad». A Tabío le da igual cumplir las normativas clásicas de la linealidad aristotélica, las clausuras narrativas…, en fin, las pautas del decálogo histórico dominante.
Aunque estés lejos quiebra el esquema de narración tradicional. Todo parece estar patas arriba, nada cierra o simula no cerrar, y no muestra ningún interés porque el espectador se sienta seguro. Por el contrario, esta película, oxigenada por su fuga de sentidos, busca complicidad con el receptor intranquilizándolo, para que este ponga a la ofensiva instancias alternativas de apreciación.
Tabío y su coguionista Arturo Arango procuraron que el filme –en tanto surtidor de mundos e historias–, propicie nuevas elongaciones posibles en la cabeza del espectador. Lo que formulan es una proposición que convida, no solo a una intervención del receptor durante el tiempo del metraje, sino, además, a posteriori.
Lo anterior resulta más que plausible a unas alturas del cine en el que reina el inflexible punto de vista del discurso cerrado, reacio a crecer una vez ennegrece la pantalla.
Pese a que nunca me convenció el tercer acto de Aunque estés lejos (porque su juego con lo apócrifo, su efectismo intelectual y su abuso del cambio del punto de vista llegan a abrumar), ello no me impide asegurar que es una película que debe trascender.
Es cine neuronal interactivo, de pasión y pulsión, de tensión e inquietud. Una obra poblada de feraz imaginería diegética, hilada con precisa caligrafía y defendida con la soberbia actuación de una Mirtha Ibarra en estado de gracia.
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