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La Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la conducción del Maestro Igor Corcuera Cáceres,en el estreno de obras premiadas por Ibermúsicas. Foto: Adrián Juan Espinoza

Hace pocos días, la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la conducción del Maestro Igor Corcuera Cáceres, realizó el estreno de cinco obras sinfónicas premiadas por Ibermúsicas. Por décimo año consecutivo, esta plataforma lanzó el pasado 2023 su concurso de creación para obras sinfónicas con el propósito de fomentar e incentivar a jóvenes autores a nivel iberoamericano, para componer en ese formato orquestal.

En esta ocasión fueron premiadas 11 obras inéditas de compositores de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, España, México, Panamá, Perú y Venezuela. Estos estrenos sinfónicos estuvieron dentro de las celebraciones por el Día de la Cultura Cubana, y formaron parte de las actividades al respecto. Estuvieron dedicadas al aniversario 120 del natalicio del reconocido intelectual cubano y Premio Cervantes, Alejo Carpentier, quien mantuviera una estrecha relación con la música cubana e iberoamericana, al ser uno de sus más consagrados conocedores.

 Una singularidad del concurso es que, gracias a la participación especial del Ministerio de Cultura de Cuba y su similar de Venezuela, las obras premiadas fueron estrenadas en el marco de dos conciertos especiales de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba y de la Orquesta Filarmónica Nacional de Venezuela.

 Para la edición cubana se escogieron Fénix (Cristian Lazo, Chile), Canto del Cotopaxi (David Alejandro Meneses Almeida, Ecuador), Cruces (Samuel Robles, Panamá), El Enigma cuántico (David Aguilar Valdizán, Perú) y Antifonía fractal (David Pedroza, Venezuela).

En todas, prima un sentido muy bien elaborado de códigos contemporáneos que se entremezclan con elementos endógenos de la cultura de cada uno de sus creadores, con temáticas sonoras muy enraizadas en las aspiraciones compositivas de sus autores.

 Si bien cada obra posee una identidad única e indivisible desde una perspectiva compositiva, también están cargadas de complejidades técnicas y expresivas, además de la ruptura, en algunas, de la formación conocida para una orquesta en la que cada familia de instrumentos tiene un lugar en el escenario. Todo ello sirve como vehículo idóneo para la compresión del mensaje, aunque este se sumerja en las aguas de la transgresión sonora y, en ocasiones, pueda ser difícil su aprehensión.

A la vez, cada elemento en escena y su resultado sonoro estuvieron avalados por la magistral ejecución de la Sinfónica Nacional, la cual no exenta de las complejidades por las que atraviesa el país y con gran esfuerzo, logró el difícil montaje de las cinco piezas.

La Orquesta, pináculo del sinfonismo cubano, asumió de manera muy profesional el repertorio, y logró una perfecta simbiosis entre cada obra y su posterior ejecución, al ser un reto no solo desde el mencionado montaje, sino desde la propia conceptualización musical de cada una de ellas; lo cual es sinónimo de la calidad y fortaleza de nuestro colectivo orquestal y de las instituciones de nuestra cultura. 

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