Hace pocos días supe, vía redes sociales, de la presentación exitosa de nuestro Amaury Pérez en el festival

Trova Abierta, en Querétaro, gracias a la gestión de un amigo músico y productor cubano radicado en México, que desde hace varios años incluye a varios cantautores de la Isla en este evento. Con inmediatez y desenfado –atributos casi exclusivos de las redes– disfruté de momentos deliciosos no solo de Amaury, sino de otros artistas del entorno trovadoresco regional; lo cual expone, de forma inequívoca, el extraordinario impacto de la llamada canción inteligente (incluyendo la Nueva Trova cubana) en otros espacios de consumo musical.
También, y casi durante todo su periplo por España en estos días, seguí a otro consagrado cantautor cubano que, desde su singular perspectiva autoral, ha recorrido gran parte del planeta, y prueba de ello fue esta agotadora gira que incluyó un nada despreciable circuito por varias ciudades españolas, con fuerte presencia de público. Hablo de Frank Delgado.
En esta línea de presentaciones fuera de Cuba, también en meses recientes fue de mucha valía la gira que ofrecieron las cantautoras Heidi Igualada y Marta Campos en España. Podríamos, a su vez, sumar más ejemplos que por estos días han llenado titulares, aforos, expectativas y redes sociales: Ariel Díaz (en México, desde el martes pasado), Rochy, Diego Gutiérrez, Rodrigo García y Augusto Blanca, también en tierra azteca, o José María Vitier junto a Niurka González, Abel Acosta y Yaroldy Abreu, con presentaciones fabulosas y sorprendentes en París.
La lista de trovadores y otros músicos que apuestan por la exquisitez morfológica y que han hecho giras internacionales recientemente es más amplia, pero solo he tomado estos breves ejemplos para exponer algunos criterios sobre un aspecto que considero vital en estos tiempos. ¿Qué sucede con el consumo de estas y otras tendencias sonoras en la Cuba de hoy? ¿Por qué en la calle escuchamos otra cosa?
Cuando analizamos el diseño que nuestras instituciones culturales poseen sobre el tema en cuestión, notamos que, ciertamente, hay espacio para festivales y encuentros de trova, jazz, música de concierto y más; pero a la par nos topamos con un entorno sonoro incongruente que, difuminado por diversas vías de difusión y consumo, lapida otras propuestas no tan de moda, como las que he mencionado.
Se ha vuelto casi un hábito que después de un concierto en un centro nocturno de algún cantautor, apenas este desconecta su guitarra, comienza el bombardeo sonoro incesante e hiriente que rompe de cuajo la magia y el levitar que conservamos después de consumir la música que seleccionamos ese día. ¿Por qué la descaracterización temática y musical de muchos lugares? ¿Por qué imponerle a un público que asiste por afinidad conceptual a un aforo, otra propuesta con la cual no se identifica?
No tratemos tampoco de ser homogéneos ni ortodoxos en el espectro sonoro nacional, sino simplemente busquemos equilibrios que permitan no transgredir espacios, y que la música de moda no devore otras propuestas que, aunque con menores escalas de consumo, no tienen por qué ser silenciadas por erróneos diseños de conceptualización, y que aún brillan dentro y fuera de Cuba.










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Joel Ortiz Avilés dijo:
1
23 de noviembre de 2023
07:53:35
Oscar Mederos Mesa dijo:
2
23 de noviembre de 2023
11:38:29
Francisca dijo:
3
24 de noviembre de 2023
07:16:02
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