
Las formas de distribución musical han ido apareciendo en el mercado a medida que el consumo ha impuesto sus arquetipos y, lógicamente, la capacidad de adaptación y supervivencia de la industria desplaza o incorpora según sea el caso. Hace años, el disco físico era casi la plataforma ideal para tales fines, lo cual ha cambiado hoy día con las reglas tecnológicas que rigen –en gran medida– al planeta. Si bien ese vehículo sonoro llamado disco (también vinilo, por su material de manufactura) iba acompañado de afluentes promocionales y comerciales diversos, hoy el soporte físico ha sido relegado casi al mundo de los coleccionistas, para dar satisfacción a una generación que depende de tecnologías digitales y que supone una ruptura conceptual con el entorno que conocíamos hasta hace apenas 15 años.
Mecanismos de distribución digital, con sus ejercicios acompañantes de marketing también volcados en ese universo intangible, se nos presentan dentro de un complejo escenario para Cuba, pero engranan, desde hace buen tiempo, el ecosistema global de la industria musical y, paradójicamente, nos obligan a replantearnos fórmulas y esquemas desde el hondo compromiso cultural que defendemos.
Lo primero que debemos focalizar es el verdadero impacto de ese monolito digital global y su interacción con nuestro universo nacional. No es secreto el profundo y sostenido aporte de nuestros artistas hacia tendencias del mercado y la comercialización musical desde lo endógeno, y con las miras puestas en factores externos y competitivos en ambas direcciones, por lo cual es loable afirmar que ese roce es real. Luego debemos analizar si esas potencialidades que nos ofrecen podemos satisfacerlas desde las características sui géneris del país, por el reto no solo tecnológico que ellas suponen.
La ausencia de Cuba en mecanismos promocionales y de distribución digital a nivel internacional es provocada por arbitrariedades comerciales y por el bloqueo de Estados Unidos, no por ineficacia de nuestra industria. Por ejemplo, nuestro país no puede acceder a colocar contenidos en multiplataformas potentes y conocidas como Spotify, ni tampoco nuestros artistas, disqueras o empresas pueden percibir ingresos monetarios de YouTube, aunque puedan subirse materiales a esta última.
Basta mencionar que no existen acuerdos con empresas líderes mundiales como Apple Music, Amazon Music, Google Play Music, entre otras, por lo que nuestros músicos no pueden subir ni comercializar sus obras en ellas. Entonces, ¿cómo insertarse coherentemente en un mercado digital si nos prohíben estar en él?
Ese es el primer y gran escollo en esta ecuación, por lo cual debemos encontrar mecanismos propios que, unidos a alianzas ya existentes y también futuras entre nuestras casas discográficas y empresas de otros países, puedan fortalecer una zona necesaria y vital para el desarrollo de nuestros artistas y del catálogo cubano.










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Ruffini dijo:
1
16 de diciembre de 2021
07:17:22
Eduardo dijo:
2
16 de diciembre de 2021
10:18:39
HECTOR Respondió:
16 de diciembre de 2021
14:13:40
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