Hace muy pocos días visité la ciudad de Remedios, orgullo arquitectónico del país, ejemplo del cuidado y conservación, no solo desde lo meramente museable, sino desde su propia interacción ciudadana: Remedios es esa ciudad donde la cultura transita libre e intensamente y nos convida a respirarla sin detenernos apenas.
Mas mi visita –originalmente a Caibarién y de la cual hablaré en próximas ediciones– tuvo una especial connotación al haber visitado el reinaugurado Museo Alejandro García Caturla después de una colosal y demorada restauración. En primer lugar el merecido tratamiento histórico de una figura musical como Caturla impulsó las labores de remodelación en el inmueble, las cuales resultan muy acertadas si tenemos en cuenta la huella del compositor en el universo creativo cubano del siglo XX, y todo lo que en torno a su figura y familia se nucleaba entonces. Ya ganada la autoridad musical del también abogado en su corta vida, su inesperada y absurda muerte llevan a indagar en un necesario proceso, en el cual han intervenido prestigiosos académicos, amigos cercanos y familiares, con el afán de preservar y recordar a uno de los más ilustres cubanos de todos los tiempos. Pero no fue hasta 1975 en que se cristaliza el sueño del Museo, con el antecedente de que muchas pertenencias familiares y personales de la familia remediana estaban a buen recaudo, y con excelente estado de conservación.
Después de varias restauraciones y reaperturas, el Museo se encontraba desde 2014 cerrado para una nueva etapa remodelativa que incluyó el mantenimiento de la cubierta de la vivienda y la retirada del falso techo de la sala de recibo y zaguán, lo cual permite apreciar en las alturas los detalles de las piezas originales que datan de 1875. Y aunque los cinco años empleados para estas labores fueron bastante largos, estos pueden revertirse si se logra recolocar al Museo dentro del panorama más selecto de su tipo en el país, por supuesto sin demeritar a ningún otro. Parte de esa estrategia se traduce en brindarle la importancia que merece, por lo que significa Caturla para la cultura regional y nacional y, más que todo, por entronizar aún más a los museos como epicentros de cultura cada vez más interactivos. Y aunque ya han venido sucediéndose eventos y otros afluentes e intercambios, no puede perderse de vista la visión mediática de un lugar como este, reservorio natural de una cultura pujante y portadora de tradiciones. Han de idearse entonces programas y metas donde puedan articularse diversas maneras de visibilización in situ, ya sea desde la iniciativa local o nacional, y que bien pudieran partir de una serie que recorriera los museos del país, por ejemplo. También el hecho de incluirlo en encuentros y festivales, aunque sea de manera colateral, es una excelente vía para acompasar la necesaria divulgación y esfuerzos de quienes promueven los mejores valores de la cultura nacional desde el propio recinto, en sus salas, salvaguardando como propios el legado de marras.
Si esta reapertura del Museo Alejandro G. Caturla ocurrida el pasado 20 de octubre –toda una fecha simbólica sin duda alguna–, no la acompañamos ni sentimos juntos, sus años en funcionamiento y de restauración nos pasarán como rueda demoledora a velocidad vertiginosa. Actuar y pensar desde la cultura requiere valentía, pero también coherencia y lucidez, lo que, sin temor a equivocarme, puedo asegurar que nos sobra gracias a la más grande obra cultural cubana desde hace 60 años: la Revolución.
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Tamy dijo:
1
5 de diciembre de 2019
13:59:07
guadarramas dijo:
2
10 de diciembre de 2019
13:42:04
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