Escribir sobre el uso –o no– del arte como herramienta de diversificación política requeriría mucho más espacio que el que habitualmente ocupa esta columna y, además, otros autores llevan años especializados en el tema, por lo que no deseo redundar. Pero me animo al debate sobre esa arista a raíz de la idea de desenterrar un viejo cadáver: la reutilización de la música como uno de los puntos desestabilizadores en este nuevo escenario político contra Cuba.
Amparados bajo dudosos axiomas, se bombardean por infinidad de vías las ideas en torno al supuesto divorcio entre música y posturas sociales o políticas, queriendo negar así uno de los más importantes conceptos del arte: el del artista comprometido con su realidad y entorno. ¿Por qué este llamado a la apoliticidad en los músicos cubanos? ¿Por qué el ánimo de que tomen partido solo si denigran o reniegan del proceso revolucionario?
Como parte de una somera aproximación valdría la pena entender por qué es tan importante la música como forma de seducción y desorientación política. Y es precisamente el establecimiento de jerarquías –muchas veces mal enfocadas y distorsionadas– las que dictan los caminos de por dónde y cómo debe moverse la gran masa receptora del mensaje musical. Es por ello que diversas expresiones y visualidades no son casuales –mucho menos inocentes– ni buscan engrandecer o consolidar lo mejor del pensamiento contemporáneo, empujado cada vez más por macabros intereses a la periferia de la peor de las ignorancias. Mas lo pírrico no es el hecho per se, sino que cualquier atisbo de independentismo o nacionalismo musical será absorbido por los poderosos y aplastado, así de simple.
Es por ello que muchas culturas luchan por su supervivencia y, aunque en nuestro país son otras las condiciones, también a algunos nos preocupa el rumbo, no solo de nuestra música, sino de la promoción, complementos indisolubles uno del otro. Opino que no deben dejarse a un lado los intentos de resaltar nuestra realidad musical, ni debe reasumirse un lenguaje en pos del éxito efervescente: coartar la creatividad genuina de los jóvenes puede ser arma mortal a futuro no tan lejano. Tampoco nuestros músicos, sobre todo los más famosos hoy día, debieran ser parte de campañas de odio político ni linchamientos en redes sociales por parte de quienes adversan la realidad cubana; esos que ferozmente atacan son genuinos portadores de lo que supuestamente critican, la intolerancia. Pero en esta declarada cruzada contra nuestra cultura hay temas que debiéramos repensar con madurez y que laceran la autenticidad y permanencia de nuestra mejor música.
Podríamos aspirar a más de un programa de TV de música campesina. Tampoco es difícil posicionar mejor un espacio de debate y pensamiento necesario como La pupila asombrada, como no es ocioso preguntarnos por qué los canales educativos no son más promocionables para el televidente, amén de su programación de excelencia con las mejores propuestas de cine cubano, danza, ópera o revistas utilitarias.
Sin embargo, conspiran horarios y otras veces el excesivo oropel y cursi celofán carcomen la música cubana que se promueve por canales como Cubavisión o Clave. Tenemos suficientes posibilidades para no sucumbir ante quienes nos quieren pisotear y conquistar, pero apostemos por no renunciar a la riqueza extensa de nuestra música y a no abordar sus fenómenos de manera insípida.










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Jesus Lopez Martinez dijo:
1
26 de septiembre de 2019
07:07:49
sachiel dijo:
2
26 de septiembre de 2019
11:02:18
Regla Teresa Respondió:
26 de septiembre de 2019
13:55:42
Tamara Dovale Moisés dijo:
3
27 de septiembre de 2019
00:22:57
pedro dijo:
4
27 de septiembre de 2019
09:22:24
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