Acudo a estas apropiaciones no por razones literarias, sino para tratar de definir quizás una parte del reto que tenemos por delante tanto quienes hacen esa música así como los que la difundimos y los que la aman y la siguen. Creo es de urgencia inmediata la recuperación del teatro Auditorium Amadeo Roldán, y aunque no seamos ajenos a la difícil coyuntura de asedio económico que nos impone el Norte despiadado, es labor imperiosa el rescate del inmueble, o al menos tener claras las perspectivas a futuro y, por ende, encontrar nuevas maneras de expandir el inmenso cúmulo de artistas que van surgiendo con interesantes propuestas musicales de este género.
La música de concierto no solo enmarca una orquesta sinfónica o un coro, sino que su manto es tan amplio como diverso y multicolor, por lo que contrastan los espacios para su puesta en escena. Y tampoco son escasos los lugares de presentaciones, sino que nuestro país posee un elevadísimo número de cultores del género como consecuencia de su altísimo nivel de enseñanza musical, los cuales han crecido en los últimos años y, por supuesto que para goce de nuestra música.
Si comparáramos el momento actual con el de hace 20 años, notaríamos que han crecido en número –y en calidad también– diversos formatos, y esto ha tenido una repercusión en la enseñanza misma y en la defensa de nuestra música, pues a la vez se traduce en que han disminuido los músicos que emigran hacia otros géneros más rentables económicamente, o el hecho de alternancia entre ambas vertientes en no pocos casos.
¿Cómo lograr un equilibrio? ¿Cómo hacer para que cada gremio musical conserve su riqueza, su potencialidad?
Difíciles respuestas cuando se ha crecido artísticamente tanto y las instituciones de la música deben realizar muchas veces malabares para la programación de su catálogo en los espacios existentes, y desafortunadamente en ocasiones encontramos salas semivacías y no por la «calidad» del formato o solista, sino por la poca divulgación del concierto.
Las redes sociales quizás llenen un importante espacio promocional, pero en el caso cubano aún no logran ser el vehículo eficaz, pues nuestra población lleva poco tiempo en el uso de estas tecnologías. Siguen siendo los llamados medios tradicionales (dígase TV, radio y prensa escrita) los que sostienen el gran peso de la promoción musical en Cuba.
Me alientan los aires de reconocimiento y renovaciones emanados del finalizado Congreso de la Uneac, así como el flamante discurso de nuestro Presidente, poniendo en su justa medida los retos –y en ocasiones frenos– que a diario inciden en el consumo coherente de música propia, emancipadora, con valores. Y se necesitan entonces mecanismos promocionales puntuales para que ese espacio tan bien ganado por nuestros artistas e instituciones dedicadas a la salvaguarda de la música de concierto sea más visible, cercano a la realidad de un país que ha destinado sin reparos recursos humanos y económicos para la formación de miles de músicos en la historia de la Revolución.
Desearía sinceramente que se promocionara equilibradamente la música cubana toda y no solo una parte de ella –la de moda– y que se tenga más en cuenta a quienes a través de su canto, su flauta, su oboe, su clarinete, su guitarra o su conjunto instrumental también oxigenan el espíritu de los cubanos.










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María Pilar Rodríguez Moltó dijo:
1
18 de julio de 2019
08:02:11
Haskell Armenteros dijo:
2
18 de julio de 2019
09:16:27
Oni Acosta Respondió:
19 de julio de 2019
07:53:57
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