Una de las primeras instancias musicales en crearse en 1959, al calor de la joven y triunfante Revolución, fue la Orquesta Sinfónica Nacional. La visión de fortalecer y revitalizar un movimiento importante –pero por momentos disperso– animó a nuclear a los más consagrados músicos que formaban parte de la Orquesta Filarmónica de La Habana para asumir un liderazgo sin precedentes en el país y, por ende, comenzar un hito en la historia musical cubana. Claro que no podría hablarse de ello sin alabar el terreno bien ganado por instrumentistas y compositores que, sufriendo de adeudos importantes o muchas veces exprimiendo su propio bolsillo, no dudaban en anteponer el arte a situaciones adversas. Por eso, al firmar el nacimiento de la Orquesta Sinfónica Nacional en octubre de 1959, la convocatoria fue aplaudida por la mayoría de los músicos de entonces.
Pero ¿es nuestra Orquesta Sinfónica Nacional protagonista indiscutible hoy día del mejor y más refinado arte de estos tiempos? La respuesta podría ser polémica y, para muchos, negativa, si tenemos en cuenta factores que van desde las condiciones in situ hasta la carencia de una mayor visibilización de la orquesta.
Desde hace un tiempo bastante extenso, el teatro Auditorium Amadeo Roldán (su sede) está pendiente de reparación capital, sin que haya un ápice de luz en el horizonte de prioridades, factor que ha mermado los tan necesarios conciertos didácticos e influido drásticamente en mantener una programación regular y constante, por ejemplo. En el plano de las llamadas jerarquías artísticas podría pensarse que ocupa un lugar preferencial en cuanto a suministros de accesorios, mobiliario, discografía, giras nacionales o audiovisuales, lo cual no ocurre, desafortundamente.
Pienso que deberían coordinarse mecanismos coherentes –incluyendo el consabido tema económico– para poder explotar en el sentido correcto las potencialidades de la orquesta símbolo del pináculo sinfónico cubano. La Sinfónica recibe al año varios directores y solistas invitados tanto cubanos como extranjeros, costeando estos últimos sus viajes la mayoría de las ocasiones, sinónimo de preferencia gracias al nivel técnico e interpretativo de la orquesta. El pasado 2018 estas colaboraciones no fueron excepción, recibiendo a figuras de ee. uu., Colombia, España, Italia, Francia, Mongolia y Cuba, por supuesto.
Pero todo ello se resume a un público selecto y fiel asistente cada domingo, sin poder contar aún con una presencia notable en otros circuitos en detrimento –a mi juicio– del excelso arte sinfónico. Creo es un error muy grave o un exagerado desconocimiento el poseer un ente de denominación nacional y no ponderarlo lo suficiente. Nuestra Sinfónica no graba discos, a no ser como acompañante de un solista, fórmula válida en
estas lides, pero escasea una discografía propia con invitados donde converjan además poemas sinfónicos, oberturas y sinfonías, sin mencionar a los autores clásicos cubanos a los que me referiré en otro momento.
Si se ceden espacios ganados anteriormente y se esparce el mal gusto como humo, estaríamos contradiciendo el sentido humanista y social de la cultura cubana.










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José Alejandro dijo:
1
17 de enero de 2019
08:05:30
Andres Palmares dijo:
2
18 de enero de 2019
11:50:53
Ivette Castro Delgado dijo:
3
18 de enero de 2019
16:53:05
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