ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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La palabra martiana resplandece en medio de una cascada de imágenes. Foto: Sergio Jesús Martínez

La pequeña sala de la gran sede de Teatro El Mirón Cubano, en Matanzas, se reduce aún más para amparar El arroyo de la sierra, su reciente estreno que ahora concluye temporada allí.

Algún problema en el techo interior de la platea los ha obligado a usar únicamente el escenario para compartir entre montaje y público. O, diciéndolo mejor, incluir por completo al público en el montaje. En el transcurso de la función descubriremos que la dificultad constructiva contribuyó a esa cercanía imprescindible.

Nos apretamos los espectadores en torno a la puesta de Rocío Rodríguez Fernández, la hija de Mercedes y Pancho, fundadores y cuidadores del grupo; la nieta putativa de Albio Paz, quien fuera guía de la agrupación; la excelente graduada de Teatrología del Instituto Superior de Arte, la directora heredera de las cuatro décadas del Mirón al que, en la actualidad, va imprimiendo su personalísimo acento.

La concepción espacial se inunda de música, más que acompañante, pilar de la edificación de El arroyo de la sierra.

Crean ese ámbito sonoro los músicos Daniela Bosch, Pablo Ernesto Viso y Mario Guerrero. Nos arrullan entre acordes y melodías para mejor escuchar a nuestro Apóstol.

La palabra martiana resplandece así de un modo íntimo en medio de una cascada de imágenes, con diseño escénico de Norlys Andrés Briones y gráfico de Daryl Cuba. Teatro de sombras entre tonos blancos y negros con pinceladas cromáticas, intermedial con proyecciones sobre telas que ensanchan la escena, titiritero con objetos y de papel, hace saltar de las páginas los versos destinados por José Martí a la niñez y algunas prosas suyas que vuelan como canciones y parlamentos dramáticos. En el espectáculo nos abrirán un precioso libro artesanal como un acordeón tendente al infinito. Para la ilusión escénica es quizá el soporte de los poemarios Ismaelillo y Versos sencillos, cuyas estrofas renacen otra vez.

El arroyo de la sierra no pretende hilar una historia o fábula. Los personajes cruzan ideas y acciones sobre las relaciones y dilemas madre-hijo, padre-hijo hasta llenar todo el lugar con el pensamiento, la poesía y la sensibilidad de Martí, como si se tratara de abrir sus significados delante nuestro, convertir la prédica, en ocasiones maltratada, en voz presente vivificada desde las entrañas.

Aunque los roles son genéricos, Leynis Cabrera (hija), Yanetsis Sánchez (madre) y Javier Martínez de Osaba (padre) le confieren una sólida presencia. Actores con mucha comunicación interna gracias a años de formación y trabajo juntos, nos ofrecen la autenticidad de niños que evocan a Martí porque cargan con su legado, como en un juego aprendido de generación en generación hecho memoria cultural.

La Guantanamera, de Joseíto Fernández, resulta cierre y clímax en ese viaje relámpago para habitar estos «versos del alma». Delicada miniatura de abrazos a la ternura martiana de «hay afectos de tan delicada honestidad…».

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Mercy Fernández dijo:

1

25 de febrero de 2022

17:51:11


Mil gracias querido amigo por siempre estar fue un placer poder compartir contigo como en los viejos tiempos y muy agradecidos y emocionados por este regalo tan hermoso que nos has entregado