ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Artemisa.— Cuando apenas se abrazaba el amanecer, Artemisa ya estaba en pie… Tras días de incesante bregar, se asomaba una nueva mañana y el 26 de julio iba haciéndose joven en La Matilde.

En ese momento, ya algunos se habían reconocido entre la multitud, que teñida fundamentalmente de blanco y rojo, esperaba ansiosa el inicio de la cita, el encuentro con aquellos jóvenes que llevaban consigo el espíritu de todo un pueblo y se vistieron de coraje para hacer realidad los sueños.

Ahora, nos corresponde a las nuevas generaciones tomar el futuro por asalto, y en los últimos días los artemiseños han atesorado más de una motivación para cumplir tan importante misión. Entonces, en los minutos que nos separaban de las siete y media de la mañana valía la pena mirar atrás, justo cuando la emoción invade y con más fuerza sentimos el ser artemiseños.

Desde los primeros días de junio, la noticia se revirtió en inspiración para cosechar disímiles logros, y en el parque Libertad —el mismo donde Fidel se dirigiera al pueblo el 17 de enero de 1959 para decir: “bien merece llamarse Ar­te­misa el pueblo más revolucionario de Cu­ba”— celebramos el que nos fuera otorgada la sede del acto central por el Día de la Rebeldía Na­cional.

No hubo tiempo que perder; cada jornada fue una batalla. Todos querían formar parte de esos inolvidables momentos, y se hicieron partícipes de cada cambio, desde sus propios espacios, desde los lugares donde eran más útiles.

De nuevo en el emblemático sitio donde des­­cansan los hijos de esta tierra, el Mausoleo a los Mártires de Ar­te­misa, con la vista en la bandera cubana y la del 26 de julio: el toque de silencio y más tarde, las notas del himno, enaltecieron aún más el momento.

Cada uno vivió y sintió esos minutos de ma­nera diferente, pero esta mañana de 26 quedará grabada en sus mentes y en la historia de Ar­temisa, también como un paso más en la construcción y fortalecimiento de la identidad y, sobre todo, un homenaje a los asaltantes que viven en el corazón del pueblo, entre otras razones, porque sin el Moncada no hubiera existido un Primero de Enero.

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