
Más cerca que de costumbre tendrá ahora el lector cubano a ese latinoamericano que legó a la historia de la literatura universal una obra como Rayuela. La cálida aproximación se la debemos a la publicación por Arte y Literatura de Julio Cortázar, la biografía, del escritor Mario Goloboff (Buenos Aires 1939), quien llegó ayer a la Feria para participar, entre otras actividades académicas, de este feliz acontecimiento.
Presentado por la doctora Margarita Mateo Palmer y la poeta Basilia Papastamatíu, en la sala Alejo Carpentier de la Cabaña, el título aborda la vida de esta personalidad sin caer en intimismos ni detalles menores, lo que no impide la entrega de la que se ha reconocido como la biografía más completa de las existentes en torno a Cortázar.
Entre las virtudes del texto, al que algunos han atribuido valores de prosa novelada, se conjuga con eficaz maestría la labor del biógrafo con la del crítico literario que en no pocas ocasiones interviene, tras la inserción de alguna cita cortazariana, para dejarnos la agudeza de sus referencias.
Mateo encomió la minuciosa labor de búsqueda de Goloboff, en la que sobresalen cartas, testimonios y documentos que arman, conducidos por la palabra hábil del autor, la vida de este hombre de letras, eje central que priorizó para emprender el trabajo.
Entre los hallazgos vistos por Goloboff cuando la biografía era solo un proyecto cuenta la solidaridad de ese hombre genial que “siendo ya famoso, se ocupaba y preocupaba por los problemas de los demás de una manera muy generosa y humana, y que actuaba en la sociedad y en la política por absoluta convicción, algunas veces con ingenuidad, pero siempre con sinceridad y desprendimiento”.
Por otra parte, a Goloboff lo sedujo esa condición del escritor de “perseguir” nuevos modos de asumir y hacer la literatura, incluso capaz de desechar sus propias fórmulas, aun cuando le hubieran salido perfectas, para ir en busca siempre de otras maneras de crear.
En esta oportunidad dijo saber que le quedaron en el tintero más cosas que decir que las que reveló, como tal vez le suceda a todos los que se animan a escribir una biografía, y recordó lo importante que fue para este intelectual venir a Cuba, la que significó una ventana que se le abrió y lo hizo cambiar su ideología de una manera radical.
Por último Goloboff explicó sus intenciones mientras escribía el libro, de no perder la perspectiva de que se trataba de un hombre que estuvo ligado a la literatura desde la infancia.
Recuerden —dijo el autor provocando la risa del auditorio— que siendo un niño el médico le dijo a la madre que no leyera más porque se iba a morir. Y no olviden, apuntó, que en el hospital donde fallecería, estuvo escribiendo los versos terribles de Negro el diez, publicado póstumamente.
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