
La obra ensayística escrita por Leonardo Acosta, Premio Nacional de Literatura a quien se dedica la Feria Internacional del Libro, tiene mucho que ver con una zona del periodismo cultural que urge estimular en nuestros medios, la que conjuga información, esclarecimiento conceptual y planteos novedosos.
Al reimprimir el volumen Elige tú, que canto yo, Ediciones Unión, pone en circulación un ejemplo elocuente de ese ejercicio de Leonardo. Inicialmente publicado en 1993, el libro agrupa trece textos en su mayoría aparecidos en revistas durante las dos décadas precedentes en los que su autor, no pocas veces desde una perspectiva testimonial, discurre sobre figuras imprescindibles en el desarrollo de la música cubana.
Lo hizo en momentos en que no siempre esas personalidades eran bien entendidas o ubicadas, o estaban invisibilizadas, o corrían el riesgo de una mitificación tópica. La realidad le ha dado la razón a Leonardo; sus textos de entonces cobran renovada vigencia ante un entorno sonoro cultural parcialmente degradado por burdas fórmulas comerciales, distorsiones promocionales en los medios masivos y deslumbramientos neocoloniales solapados en la era de la globalización.
Hablar y situar los valores de Benny Moré y Dámaso Pérez Prado, del pianismo de Frank Emilio y Chucho Valdés, del filin de Ñico Rojas y José Antonio Méndez, de la escuela empírica de Felipe Dulzaides, de las contribuciones al jazz de Machito, Peruchín y Armando Romeu, o de las iniciaciones de Pablo Milanés y José María Vitier no vale solo como memoria rescatada sino como recurso para no perder la brújula en la actualidad.
Una de las premisas del pensamiento musicológico de Leonardo es el espíritu polémico. Así nos recuerda cómo “lo inclasificable todavía sigue molestando a los eternos amantes de los encasillamientos, trátese de la crítica o el público”; la diferencia entre lo que fluye con naturalidad y organicidad y la utilización de “elementos que a menudo se han intentado ensamblar o yuxtaponer en productos que resultan híbridos o forzados”, y la denuncia que “a menudo estamos informados perfectamente de lo que ocurre en el resto del mundo e ignoramos lo que sucede en casa” y “luego nos sorprendemos cuando lo nuestro trasciende al exterior y se convierte en influencia de rango internacional”.
Otra de las fortalezas de su escritura encuentra basamento en la vivencia personal. Leonardo, como saxofonista, fue uno de los grandes de la escena musical cubana desde la medianía del siglo pasado, imprescindible a la hora de contar la historia de la descarga. De ahí que a lo largo y ancho de este libro entren y salgan, con entidad propia, como si estuviéramos compartiendo con ellos una sesión de estudio, una jam session o una conversación de la bohemia con Bebo Valdés y Chocolate Armenteros, Chano Pozo y Tata Güines, Doris de la Torre y Ela O’ Farrill, Chombo Silva y Miguelito Cuní, el Niño Rivera y Aida Diestro y, ¿por qué no? Alejo Carpentier y Juan Blanco.
Anécdotas divertidas y reveladoras se dan la mano con un admirable rigor expositivo. Esa es la lección del oficio de escribir de Leonardo Acosta. El coloquio sobre su vida y obra tendrá lugar hoy, a las 3: 00 p.m, en la Casa de las Américas.
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