ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Con demasiada frecuencia nos encerramos en nuestros dolores, pero afuera, en todo el mundo, ¿cuántos millones sufren y quedan sin fuerzas para gritar, víctimas de un sistema que pega en lo más hondo del ser y de la dignidad, mientras silencia sus alaridos?

En las épocas de penurias aflora el instinto de supervivencia, y cuesta esparcir la solidaridad ante las dificultades para servir cada día la comida en la mesa. La conciencia política prueba su robustez con tal de evadir el camino más corto, el individualismo.

Ernesto Guevara nos habló del antídoto frente a esa tentación en los primeros años –nada sencillos– desde el triunfo de la Revolución, cuando nos convocó a mantener la ternura, al margen de las circunstancias.

Porque su madera ardía por una injusticia hasta en el rincón más lejano, despidió a su esposa, antes de marchar al Congo, en 1965, con Los heraldos negros del poeta peruano César Vallejo, pues «Hay golpes en la vida, tan fuertes» que caen sobre los cuerpos de unos pocos, pero bastarían para agrietar las almas de todos.  

Si seguimos ejemplos como el del Che, sentiremos cualquier bofetada en las mejillas. Jamás olvidemos la capacidad de padecer y luchar por los hermanos en cada punto del mapa, solo así nos salvaremos de la mayor soledad.

Los enemigos de los pueblos, desde siempre, intentan separarnos con el sueño de aumentar su despojo histórico, sin el riesgo de enfrentar la unión de nuestras manos.

El exceso de información y banalidad vuelve titánico el empeño de conectar con las causas esenciales, para entregarnos a ellas por entero. La maquinaria hegemónica actúa con el propósito de normalizar horrores que parecieran escapados del último círculo del infierno, como el genocidio en Palestina.

La actitud inconforme ante las realidades inmediatas resulta entendible por el anhelo legítimo de un mejor futuro, pero, también debido a esa razón, necesitamos vibrar de pies a cabeza frente a la suerte de quienes nunca han poseído siquiera el derecho de acariciar el significado de la vida.   

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