ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

¿Cómo identificamos a los más jóvenes con los símbolos de nuestra cultura? ¿Cuánta devoción debemos profesar hacia los pilares de la Patria para demostrar y transmitir su esencia vital? 

Preguntas similares me asaltaron mientras observaba uno de los desafíos finales pertenecientes a la III Liga Élite del Beisbol Cubano. De pronto, comprendí cuán lejos me hallaba de la pasión desbordante con la cual vivía cada partido hace años.

Quizá el paso del tiempo disminuyó mi asombro de niño ante ese maravilloso juego, pero su pérdida de atractivo aparece fuera de duda. Si muchos, casi con una pelota en lugar de un corazón, enfrentamos esa encrucijada, ¿de qué forma logramos encantar a las nuevas generaciones con ese patrimonio nacional?

Y si ampliamos la reflexión, encontraremos demasiadas costumbres amenazadas por su falta de conexión con esos grupos etarios. Resultaría injusto recargar la culpa contra ellos, algo falla en los puentes intergeneracionales.

La cultura, en su dinamismo, acepta y rechaza elementos constitutivos. Ninguna identidad está concluida desde y para siempre; no obstante, existe una comunidad de tradición en torno a una serie de prácticas, ideas y creencias, sin las cuales solo quedaría el nombre vacío del gentilicio de cada país.    

En momentos de peligro para la Revolución, por supuesto, todas sus manifestaciones sufren inmensas dificultades para crecer y garantizar su continuidad con la incorporación de más adeptos.        

Antes de entregarnos a cualquier actividad, así como a un hombre o a una mujer, nos debe cautivar su belleza. Sin embargo, cuesta tanto apreciarla en medio de la actual crisis, en especial para las miradas jóvenes, descubridoras.

La misión, en tales circunstancias, comienza por salvar aquello que nos define, aunque poco ayuden las cuentas de la economía. Aún así, estamos llamados a retribuir, con el esfuerzo colectivo, cuánto la Patria nos ha brindado.   

Si nos hallamos plenamente convencidos de nuestro amor y sabemos por qué peleamos, pese a las complejidades, podemos atraer a más personas para caminar hacia el futuro, unidos por las mismas raíces. 

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