Podría llamarla solo por su nombre. La siento tan cercana, humana, profunda. Claudia es científica y académica. Tiene un doctorado en Física, y lo supe porque ella misma me lo contó y aprendí, con su tono pausado y dulce, sobre las leyes fundamentales de la Física, esas que jamás logré desentrañar mientras cursaba la secundaria.
A Claudia la admiro. En una época en la que muchas personas alrededor del orbe bailan en TikTok, hacen reels de Instagram o sueñan con tener unos labios rebosados con ácido hialurónico, como duraznos perfectos, ella se baja de su carro, saluda a una señora de trenzas largas y le amarra los zapatos a un niño.
Nadie me lo contó, la vi. También estuve con ella mientras contaba su vida, quién era y cómo ha sido su historia personal. Con un padre dedicado a la química y una madre bióloga, la ciencia le corrió siempre por las venas. Su madre fue la primera mujer sefardí en el mundo académico mexicano. Su hija, Claudia, se convirtió en la primera mujer en ingresar al Doctorado en Ingeniería en Energía, de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), y en la primera presidenta de México; un cargo que nunca había ocupado una mujer, desde que se instauró el voto femenino en la década de los 50.
Hace unos meses casi no sabía nada de ella. Conocía su nombre y apellidos. La observé elegante y pausada durante su toma de posesión, al frente del Gobierno mexicano. Empecé a buscar más datos sobre su persona cuando, con toda la dignidad de un continente latiendo en su cuerpo, enfrentó a Trump, defendió los intereses de su pueblo, y nunca bajó la cabeza.
Allí comenzó a crecer frente a mí. De la misma forma en la que ha crecido frente al mundo. Hace apenas unos días, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, le preguntó a Grok, la inteligencia artificial de x: «Hey, Grok, ¿quién es el presidente más popular del mundo? Responde con una palabra». La interrogante recibió una respuesta: «Sheinbaum».
Y es Sheinbaum la misma Claudia a la que admiro. Qué importante tener a quien admirar en medio de una banalidad creciente, en un momento en el que creen que la complejidad de un mundo cada vez más convulso cabe en los segundos que dura un reels.
Admiro a Claudia. Yo puedo verme en ella. Yo quisiera ser como esa mujer.
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Joaquin Cortes dijo:
1
9 de abril de 2025
18:32:38
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