No es casual que se denominen encadenamientos. Pensemos un instante: una cadena está compuesta por eslabones, cada uno de ellos tan importante como el otro; si uno sede, la cadena se revienta. Sigamos esa misma lógica, y entenderemos por qué, en materia productiva, es tan necesaria la «mentalidad del eslabón», asociada a la continuidad de procesos, a la suma de valores a un producto final, pero, sobre todo, se asocia también a la sostenibilidad económica. En buen cubano, «una mano lava otra, y las dos, lavan la cara».
Lo cierto es que el término encadenamiento se ha incorporado, para bien, a nuestros más ambiciosos planes de desarrollo; pensando, siempre, en que los diferentes actores de la economía conjuguen sus potencialidades, haciéndola más orgánica.
Pero, ¿lo hemos entendido?, ¿realmente comprendemos el impacto de los encadenamientos, no solo para la macroeconomía, sino para la solvencia del entramado empresarial, sea cual sea el objeto social de estas?
Hemos recorrido ya un buen trecho, hemos dado pasos significativos, pero en la práctica, cuando se caminan las entidades, cuando se conversa con algunos empresarios, nos percatamos de que aún estamos lejos del estado ideal de las cosas.
El problema tiene disímiles aristas, y aunque disto de ser especialista en temas económicos, me atrevo a buscar las vertientes que rayan con el sentido común, y de las que el ejercicio periodístico y otras responsabilidades añadidas nos permiten tener conciencia.
Lo primero más generalizado, es la «subversión» del término. Unos por voluntarismo excesivo, otros por desconocimiento, y otros por «cumplir», pero existe una tendencia de llamar encadenamiento a todo. Así, se nos ocurre llamar encadenamiento a cualquier relación contractual con otro actor económico, aunque no implique continuidad de un proceso productivo, valores añadidos al producto final, competitividad en los mercados; pero, si firmamos contrato, ya estamos «encadenados».
Como es lógico, también hay aquí una cierta ceguera que, sin caer en absolutismos, responde más al facilismo y a la pereza mental que a una ausencia objetiva de posibilidades.
Duele ver cómo empresas, industrias, con amplísimas potencialidades, enfrentan un notable deterioro traducido en pérdidas y éxodo de personal calificado; cuando eso pudiera resolverse con un «encadenamiento». Sin embargo, estudiar mercados, abrir mesa de negociaciones, preparar carteras de servicios, alternativas incluso a la misión central, parecen, para ciertas cabezas, palabras escritas en algún idioma desconocido.
En la otra cara de la moneda están quienes prefieren gastar sumas millonarias buscando «afuera» lo que pueden resolver a la vuelta de la esquina. Traduciendo, tengo a mi alrededor empresas cubanas, con avezados colectivos, punteras en sus respectivas ramas, con las que los «encadenamientos» podrían significar calidad, abaratar costos, disminuir precios, repartir utilidades; pero, por algún motivo, no se me ocurre esa posibilidad.
Es este un tema, modestamente lo digo, que necesita una visión más direccionada. Allí donde se ha tomado en serio, donde las cosas se han hecho de manera inteligente, con estudios previos, los resultados no se han hecho esperar.
Pero para lograr eso, lo que no puede estar encadenado es el deseo de avanzar a nuevos horizontes, hasta de correr riesgos, si sabemos que son altas las probabilidades de éxito. Desencadenemos entonces el pensamiento, para poder «encadenar» la economía.
COMENTAR
Orlando dijo:
1
7 de marzo de 2025
12:58:12
Pedro Respondió:
26 de marzo de 2025
05:40:18
Pedro dijo:
2
26 de marzo de 2025
05:35:45
Responder comentario