ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

La verdadera libertad comienza en el pensamiento. Cuestionarse la realidad circundante, buscar sus porqués e imaginar cómo transformarla en aras de un bien mayor y colectivo son los primeros pasos para ser personas verdaderamente emancipadas. Ese proceso de crecimiento espiritual lo vivió Federico Engels, y más profundo aún, pues en su desarrollo intelectual y político no solo debió romper con las ataduras de la sociedad, sino también con la ideología conservadora y las influencias religiosas de su familia acomodada.

Hace 200 años que nació en Prusia, un 28 de noviembre, el brillante filósofo, uno de los padres del socialismo científico; y para nada un simple mecenas de Marx o un dandi de tintes novelescos, como lo han presentado quienes temen al «fantasma rojo» que, contra todos los pronósticos, no deja de recorrer el mundo.

Engels llegó a la verdad de su época a través de los negocios familiares en el sector industrial textil. Su proceso de evolución ideológica alcanzó un punto determinante cuando, en Inglaterra, salió de su posición de burgués en la fábrica para recorrer los barrios insalubres, donde se amontonaban los obreros.

Las ideas progresistas gestadas en su juventud al contacto con la filosofía cristalizaron entonces. Esa experiencia de vida sería definitiva para enriquecer su obra junto a Marx, con quien comenzó a colaborar en 1844.

Por casi cuatro décadas, Marx y Engels trabajaron juntos. Su fuerte amistad estaba marcada por la certeza del segundo de que, de los dos, «Marx era el genio»; y para asegurar que ese talento quedara plasmado, lo sostuvo económicamente con desprendimiento.

De la lealtad al amigo y la profundidad intelectual de su relación son testimonios la profusa correspondencia que mantuvieron, y la resistencia de Engels a que al marxismo se le añadiera su nombre; aunque las obras que escribieron no hubiesen sido igual de contundentes sin los datos prácticos, las estadísticas y las opiniones aportadas por él.

Luego de muerto Marx, asumió con fervor la difusión de sus ideas y la edición del segundo y el tercer tomo de El Capital, a partir de los borradores; una tarea titánica que realizó atormentado por el miedo de enfermar y que nadie más pudiese descifrar la letra del filósofo y las abreviaturas, ni ser fiel a su espíritu.

Federico Engels creía que la insurrección era un arte, y en su propia vida aplicó el marxismo como un instrumento científico que no se anquilosa en la teoría y busca en la práctica sus asideros. Era un hombre de acción y un activista, que tomó parte enérgicamente en el movimiento político y sindical que pretendía «incendiar» Europa y levantar un orden nuevo y justo sobre las cenizas de la explotación. Si capitales son –en una enumeración mínima– el Manifiesto Comunista (escrito junto a Marx); El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; o El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, igual lo fueron su influencia en la Liga de los Justos (luego Liga de los Comunistas) y la Primera Internacional, por ejemplo.

La obra de Engels sobresale por la amenidad de sus palabras y la frescura de sus ideas; ya nadie duda que, como planteó, la naturaleza cobra a la humanidad todas las heridas que esta le inflige en nombre del desarrollo; ni tampoco que para gestar un orden superior se necesitan conocimientos firmes en todas las esferas del devenir social.

Cuando murió en Londres, en 1895, Engels entró de lleno en la leyenda revolucionaria, que había tejido junto con Marx. Su influjo es una llama siempre vital, que ha sorteado la caída del muro de Berlín, a traidores, arrepentidos y –más difícil aún– a las interpretaciones grises y extremistas. Ello es prueba de la fortaleza de la teoría que contribuyó a erigir, y que ni siquiera los capitalistas pueden ignorar para entenderse a sí mismos. Demuestra, además, que las ansias de justicia que la sustentaron son consustanciales al ser humano, en contraposición al orden mundial y su insistencia en el conformismo, porque el hombre siempre será un lobo para el hombre.

Sirva el bicentenario de Engels para encontrar o recapitular su obra y contagiarse con la pasión de su vida, marcada por la rebeldía en el pensamiento y en la acción.

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juan alberto dijo:

1

1 de diciembre de 2020

10:02:34


El pueblo está en la calle en defensa de su Revolución

Hugo dijo:

2

2 de diciembre de 2020

13:20:45


Muchas gracias Yeilen, muy cierto. Se puede pensar lo que uno quiera. Con lo que hay que tener mucho cuidado es en expresarlo verbalmente. Hay esta el detalle.