Sergito «Titingó» no inventó la chivichana, contrario a lo que siempre hicieron creer a «Juana de Arco», la pecosa que era literalmente una «quemá» en eso de las matemáticas (de ahí su mote relativo a la tal señora de Arco) y extremadamente ingenua en otras cosas de la vida. Pero más allá del asuntico de la invención, había que reconocer que Titingó era el mejor en la materia y además tenía la especial virtud de prestarle el artefacto rodante a todo el mundo. Era lo que se llama un chama solidario.
Pero algunos cambian cuando se estiran, les crece el cuerpo y les disminuye la solidaridad. El amigo de la infancia no perdió la costumbre de andar sobre ruedas y terminó manejando un automóvil bastante moderno y cómodo, pero mucho menos compartido que la chivichana. De los muchachos de entonces ninguno perduró dentro de su círculo de amistad más cercano, a muchos no les daba el dinero para llegar a ese espacio y a otros no les daba la gana de soportar las majaderías que, muchas veces, afloran en el mismo lugar donde se acumula la plata.
Había otro que era trovador, «Clavija», el despeinado que alegraba las noches de acampadas y que ganó fama cantando en los actos patrióticos, en los matutinos y en los asaltos pioneriles, bastante frecuentes en el salón de reuniones aledaño a la escuela. Se ponía colorado de la emoción cuando en la estrofa se exaltaba la palabra Patria o el estribillo decía Revolución. Se autoproclamaba el «Bardo de los Humildes».
Después lo dejamos de ver y tal vez por eso no fuimos testigos de la metamorfosis. Reapareció ante nosotros muchos años más tarde, en plena década de los años 90, convertido en un crítico acérrimo de todo lo que pudiera rozar con su vida pasada. Nada de menciones a sus letras de antaño; nada de contar, en sus ahora famosas tertulias o comparecencias en los medios foráneos, sobre aquellos inicios; nada de socialismo, y de los humildes, ni el recuerdo. Había contratos que defender y otros públicos que conquistar.
Mayelín, alias «La Yuxtapuesta» que fue profesora de Español y Literatura en los albores de la secundaria básica, recién inaugurada en el pueblo a principio de los años 80 del pasado siglo, hablaba constantemente de Martí y de su obra poética o epistolar. Todos pensaban que era en efecto una ferviente seguidora del Apóstol y eso le ganó la admiración del alumnado, que por entonces la respetaba mucho y tenía en ella un agradable paradigma. Fundó el periódico de la escuela, un boletín atractivo y movilizador que estaba al servicio de todos.
Cuando comenzó el presente siglo y ya las cosas no eran como antes, Mayelín dejó a un lado la prédica martiana, se olvidó de sus sabios sermones de antaño, dejó sin efecto su frase predilecta, aquella en que el héroe decía que «La pobreza pasa: lo que no pasa es la deshonra que con pretexto de la pobreza suelen echar los hombres sobre sí» y se cambió de bando, ahora hace otro periódico, ajeno y lleno de infamias, le pagan por mentir sobre las mismas cosas que alguna vez parecía defender.
Algunos justifican la radicalidad del cambio, lo achacan al mercado, a las carencias, a los desencantos, dando por hecho que es válida la rendición y que la prosperidad ha de alcanzarse, aunque se llegue a ella por el camino de la maldad y el vicio. Del otro bando siguen defendiendo sus trincheras los que, a pesar de todo, piensan que el sacrificio es útil.
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Panchito dijo:
1
6 de febrero de 2019
08:07:42
Maria Antonia dijo:
2
7 de febrero de 2019
16:19:42
TERESA dijo:
3
11 de febrero de 2019
12:44:29
ele dijo:
4
11 de febrero de 2019
13:57:42
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