De haber sido aceptada sin modificaciones la propuesta inicial presentada por Washington, hubiera implicado para Cuba la posibilidad de verse impelida a la venta o arrendamiento no solo de un área de Guantánamo, sino de otras tierras para carboneras y bases navales, como Bahía Honda, a la que los propios Estados Unidos anteriormente habían renunciado a cambio de la ampliación de los límites de la base en Guantánamo por un tratado firmado el 27 de diciembre de 1912 con el Gobierno cubano. Tratado que después no sería ratificado por ninguna de las partes.
Márquez Sterling consideró que el borrador recibido no era transparente al propósito de cancelar la Enmienda Platt. En nota enviada a la Cancillería cubana expresaría: «Si a este convenio que negociamos incorporan los Estados Unidos como condición expresa de nuestras relaciones con ellos el deber perpetuo de consentir en nuestro territorio sus carboneras o estaciones navales, no podremos nunca blasonar de haber librado a nuestra patria de la “coyunda humillante de la Enmienda Platt”. No debe aceptarse que la cláusula creadora de carboneras continúe significando una condición impuesta a nuestro país en sus relaciones de buen vecino con este poderoso imperio».
Sin embargo, por otro lado, el criterio de Márquez Sterling era la aceptación del status quo ilegal e injerencista de la base en Guantánamo, incluso hasta la ampliación de sus límites como estaba dispuesto en el tratado no ratificado de 1912, a cambio de una modificación del lenguaje recogido en el artículo III del proyecto de nuevo tratado de relaciones. Es decir, que no pareciera una imposición o condición obligatoria fijada a Cuba el arrendamiento o venta de bases navales o carboneras y que esa modificación dejara claro que solo se ratificaban los acuerdos de 1903 con relación a Guantánamo, para evitar otorgar derechos a Estados Unidos sobre otros territorios de la Isla.
¿Por qué Márquez Sterling transigió tan fácil en este asunto? ¿Por qué no intentó siquiera luchar también porque se eliminara la base naval estadounidense en Guantánamo?
Es evidente que el error de Márquez Sterling estuvo en utilizar ese aspecto relacionado con la soberanía territorial cubana, como una concesión, como una carta negociadora que garantizaría la eliminación del resto de los artículos de la Enmienda Platt, en especial el III, que le dada el derecho a intervenir a Estados Unidos en los asuntos internos de Cuba cuando lo estimaran conveniente. Ni Cosme de la Torriente, secretario de Estado, ni el presidente cubano, Carlos Mendieta, tuvieron ninguna contradicción fundamental con los criterios de Márquez Sterling sobre el primer borrador del tratado recibido de Estados Unidos.
Estaban dispuestos a lograr librarse del menoscabo de la soberanía política que significaba el artículo III de la Enmienda, a cambio de la aceptación del VII modificado en relación con la permanencia de la base naval estadounidense en Guantánamo. No tenían ni la menor idea de que esa base llegaría al siglo XXI y no solo serviría para agredir a Cuba, sino a otros países de América Latina y el Caribe, y mucho menos, que se convertiría en una prisión ilegal donde se pondrían en práctica las más horrendas torturas, en violación flagrante del derecho internacional.
Márquez Sterling se apresuró en comentar a su secretario personal después de firmar el tratado de relaciones: «Ya puedo morir tranquilo». Olvidaba que si bien se había dado un paso importante, la Enmienda Platt subsistía en el nuevo tratado de relaciones al ratificar la situación de facto de la ilegal base naval en Guantánamo, también establecida a la fuerza contra la voluntad del pueblo cubano en 1901 y que como había expresado Juan Gualberto Gómez el 26 de marzo de ese propio año: «…hiere tanto los sentimientos del país la pretensión de que se arriende o venda parte del territorio nacional, que de todas las cláusulas de la enmienda a la Ley del Presupuesto, la que más ha desagradado a nuestro pueblo es la que se refiere a las estaciones navales. El grito de “nada de carboneras” es el que ha dominado en todas las manifestaciones populares celebradas contra la enmienda referida».
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Paradójicamente a la amnesia histórica y política de Márquez Sterling, Cosme de la Torriente y Mendieta, una comisión de la Foreing Policy Association, que visitaría la Isla en 1934, con la intención de realizar una propuesta mucho más elaborada desde las ciencias sociales para el reacomodo de las relaciones de dominación de Estados Unidos en Cuba y la preservación del sistema, recomendaría a Washington en un informe titulado «Problemas de la Nueva Cuba», dar consideración a la política de renunciar a sus derechos de la base naval en Guantánamo, porque numerosos cubanos encontraban difícil de conciliar esa presencia con la soberanía de la república cubana. «Su existencia en suelo cubano sigue siendo una anomalía», recalcaban.
El 30 de mayo del propio año 1934, al conocerse la noticia de la abrogación del fatídico instrumento, el olfato político del pueblo cubano lo llevó –según reportó el periódico Ahora– a recibir con desgano y escepticismo la noticia. A los discursos oficialmente patrióticos (más bien patrioteros) seguidos de iluminación y música, respondió el pueblo con una ausencia casi total a las plazas públicas. Como destaca el historiador Rolando Rodríguez: «contra lo que se esperaba casi no hubo regocijo popular. Se publicó la noticia en los periódicos de la tarde, fuertemente destacadas, en las primeras planas, pero el público lo leyó con sorpresa y nada más. Los comentarios en la calle, en los parques, en los hogares, más la de los extranjeros, era de sorpresa y nada más».
Con una visión casi fotográfica del momento escribiría el destacado escritor estadounidense Waldo Frank: «Franklin Delano Roosevelt canceló la Enmienda Platt, pero retuvo la base naval de Guantánamo. Si se vierte substancia blanda en un molde y se endurece, puede quitársele el molde y la substancia conservará su forma.
La Enmienda Platt ya no era necesaria: la dependencia de Cuba de los Estados Unidos era una realidad estructural, que sólo un golpe contra la estructura misma podía destruir».
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Durante la conferencia de Montevideo, en diciembre de 1933, el profesor Herminio Portell Vilá, en representación de Cuba, expuso argumentos irrebatibles: «Cuba nació con un vicio congénito de intervención, pero esa intervención representada en la Enmienda Platt ha sido el sustituto de la anexión de Cuba. Y declaro, Señor Presidente, que la Enmienda Platt y el Tratado Permanente tienen vicios de coacción, porque el pueblo de Cuba no aceptó libremente el Tratado ni la Enmienda Platt, ya que mi país estaba intervenido por las bayonetas americanas.
«De acuerdo con eso, la intervención comenzada en Cuba ha seguido hasta hoy, con otro carácter pero la hay. El otro día, lo dijo el doctor Giraudy aquí y lo repito: hay intervención y la coacción se ejerce sobre ese pueblo tratando de obligarlo a aceptar situaciones que son intolerables. Cuba es y será contraria a la intervención. Cuba declara que la Enmienda Platt y el Tratado Permanente tienen vicios de ilegitimidad y fueron impuestos por la coacción ejercida sobre ella en momentos de los más críticos que un pueblo puede afrontar».
A pesar de que Estados Unidos trató de convertir el tratado de Relaciones de 1934 en un gran hecho propagandístico de limpieza de imagen hacia Cuba y el resto de la región, y el propio Gobierno cubano blasonó con el hecho de que se había logrado eliminar la «coyunda humillante», lo cierto es que la abrogación de la Enmienda Platt, además de responder más al interés del propio Gobierno de Estados Unidos, que a las gestiones del cubano, fue solo parcial. La IV cláusula de su articulado, en relación con la validación de «los actos realizados por Estados Unidos en Cuba durante la ocupación militar» se mantuvo con ligeras modificaciones y la VII, que daba derechos a Estados Unidos de arrendar o comprar tierras en Cuba para estaciones navales y carboneras, quedó también reelaborada.
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Mario Castro dijo:
1
28 de junio de 2018
12:09:24
Maria Elena Bayón dijo:
2
29 de junio de 2018
18:34:29
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