Bad news, good news. Las malas noticias son buenas noticias, dice un aforismo periodístico contemporáneo, nacido de una práctica informativa donde mientras más espectacularidad más público y, por ende, más dinero.
Los que hacemos y defendemos un Periodismo diferente, sustentado sobre la ética, también sabemos que los reporteros nunca trabajan más y mejor que en coyunturas excepcionales, y nunca como entonces es nuestro trabajo más leído, escuchado o visto.
Ante la tragedia, está claro, la gente quiere saber todo lo que se pueda, y las redacciones se sacuden la modorra de la rutina, del «inventar» los titulares de mañana, para latir convulsamente.
Pero cuando el dolor es un país, los periodistas cubanos nos empeñamos en informar, aun entendiendo que la palabra se queda corta si las emociones superan la barrera de la lógica.
Sabemos que de nosotros y nosotras se espera la fortaleza para decir bien y pronto, para darle forma al sentir popular...
Y como está prohibido quebrarse, no se hablará de una redacción enmudecida por la pena colectiva, donde avión, cubanos, niños… se repetían en susurros, como para no espantar un deseado milagro.
No se dirá nunca de la periodista que lloró desconsolada porque su hijo estaba muy cerca y el corazón se le descolocó con la cercanía del peligro; y a los cinco minutos se secó las lágrimas y preguntó: «¿para dónde hay que ir?».
Ni de la que llegó primero al lugar, sorteando barreras y temores, para que a través de su medio de prensa, el mundo supiera qué estaba pasando.
Nunca será noticia el reportero que, casi arribando a una provincia vecina, se ofreció para volver al trabajo enseguida; o la que dejó a medias su mudanza inminente para apoyar, y los otros tantos que vinieron sin ser convocados, porque el sentido común y profesional lo mandaba, y terminaron la noche informando desde un hospital.
Hubo quien aguantó hasta el dolor las lágrimas en una conferencia de prensa, cuando se confirmó: «sí, son cubanos»; «sí, había niños».
Y tampoco se sabrá del chofer, los periodistas y editores que debieron ver las escenas –y las fotos y videos que las reproducían– crudas y punzantes, las que jamás se publicarán porque el respeto a las víctimas y sus familiares, y el honor, lo impiden; y no podrán borrar de sus memorias.
Aquella jornada nadie temió salir a desafiar la lluvia intensísima, y no hubo especializaciones temáticas. No importaba si se pertenecía a Nacionales, Deportes, Internacionales o Cultura. Todos éramos un mismo pesar y un mismo objetivo.
Esa primera noche, angustiosamente larga, ninguno de quienes trabajamos en la edición, lo supimos a la mañana siguiente al reencontrarnos, pudo dormir. Lo injusto de la vida nos golpeaba las sienes. Hay tristezas que no tienen explicación racional, aunque cueste tanto aceptarlo.
Cada línea escrita o dicha desde aquel viernes oscuro les ha pesado en el alma a sus autores. Y pareciera que no se puede salir de ese círculo gris, pero también se siente culpa al abordar la vida que sigue, y que hay que reportar.
Cuando tantas historias estremecedoras llegan al periodista, cuando el apasionamiento propio impulsa a reflejar la pérdida una y otra vez, el límite de la ética se nos coloca delante, porque las lágrimas deben tener su intimidad y es también nuestro deber ayudar al país a sanar.
Cada periodista soltaría su libreta de notas, la cámara, la grabadora… si alguien en frente suyo precisara ayuda. Hay que ser humano primero, recordaba por estos días en Facebook un colega.
Por eso hieren tanto los enjutos de alma que se dedicaron a filmar impasibles el espanto, quizá para luego tener «lo último», y pasarlo de mano en mano, sin pensar que la cadena fatídica puede terminar en alguien que ese día perdió la luz.
Y la culpa no es de la tecnología, es de la poca, o ninguna, moral que le da uso.
Fueron más los que tendieron la mano, los que contaron luego a los reporteros lo poco que habían podido hacer de frente al miedo, y que aunque les pareciera escaso fue una hazaña. La bondad es siempre heroica.
El Periodismo de hoy, el de este mundo duro, no puede ser solo técnica, si no ponemos el humanismo en cada línea habremos perdido la batalla por la verdad.
Puede que vendan periódicos o suban los niveles de espectadores y oyentes, pero nosotros no las preferimos. Las malas noticias siempre son malas para quien padece como, y por, su gente, y para ella trabaja.
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ElMambi dijo:
1
25 de mayo de 2018
01:11:07
NMF Respondió:
28 de mayo de 2018
12:03:29
LA CIENFUEGUERA dijo:
2
25 de mayo de 2018
08:20:38
michel dijo:
3
25 de mayo de 2018
08:29:40
pedro dijo:
4
25 de mayo de 2018
08:36:42
Alexis Ginarte dijo:
5
25 de mayo de 2018
09:24:09
Carmen dijo:
6
25 de mayo de 2018
09:32:24
Ray dijo:
7
25 de mayo de 2018
10:32:02
Zoraida dijo:
8
25 de mayo de 2018
10:42:10
Ricardo Almaguer Ronda dijo:
9
25 de mayo de 2018
10:47:03
Teresa dijo:
10
25 de mayo de 2018
11:02:56
Gisela dijo:
11
25 de mayo de 2018
11:11:50
Elvis Aguila la Villa dijo:
12
25 de mayo de 2018
12:39:51
Teresa dijo:
13
25 de mayo de 2018
13:19:16
Yorgeidys dijo:
14
25 de mayo de 2018
14:31:47
Yorgeidys dijo:
15
25 de mayo de 2018
14:33:39
Julio Cesar dijo:
16
25 de mayo de 2018
14:34:11
tony dijo:
17
25 de mayo de 2018
14:52:43
pinera dijo:
18
25 de mayo de 2018
14:56:43
Gloria Alicia León Martinez dijo:
19
25 de mayo de 2018
16:09:45
María Elena Bayón dijo:
20
25 de mayo de 2018
18:04:38
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