ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Entre las más de 15 acepciones que tiene la palabra servir, destaca en primera línea el «estar al servicio de alguien». Y aunque no lo enuncie la lista de significaciones que posee el verbo, no hay labor humana que pueda prescindir, si quiere ser obra completa, de una dosis de entrega que recaiga en el beneficio de los demás.

Servir por placer es mérito de los buenos y provoca un goce que no superan ni lauros ni recompensas. Sería fantástico poder hacer siempre lo que nos viniera en gana; oír solo la dulzura de la orden deseada, vivir de fiesta en fiesta celebrando el antojo feliz y la alegría de consolidar todo el tiempo caprichos y vocaciones, pero de sobra se sabe que vivir es mucho más que saborear complacencias, y hay que educar el ánimo también para emprender aquello que el compromiso impone.

De estas razones parece no estar muy al tanto una buena parte de la gente, que perdiéndose el gusto de repartir sonrisas y aligerar pesos, pretende borrar de la faz del deber –díganse las funciones laborales y sociales que desempeña, a cambio de un salario que puede ser remunerable o no– la cuota a favor del otro, en su beneficio o utilidad, que con carácter obligatorio todo trabajo contempla. Resumámoslo así: Todo empleo precisa servir y de eso no siempre se está muy convencido.

No en todos los casos cubrir o aceptar una plaza laboral lleva consigo la previa interiorización del objeto para el que tal puesto existe. Buscar un trabajo pasa siempre por el tamiz de la conveniencia, como justo derecho a valorar las prebendas que pueden recibirse a cambio de nuestra entrega, pero junto a este análisis debe examinarse también para qué se nos contrata, qué misión social nos corresponde cumplir humanamente.

Ocupar el puesto –la silla, el buró, la posta, la jefatura, el estatus– lleva implícito una reflexión inicial que debe marcar el piloto mientras se esté en él. El  juicio de permanente revisión es la razón misma del trabajo; la pregunta obligatoria ¿para qué estoy aquí? La respuesta inequívoca: para servir.

Es el tema de los servicios una amplia tela por donde disímiles tajaduras conducen a un montón de insatisfacciones. No está concientizado por muchos que la tarea que desempeña tiene como fin la satisfacción ajena y que el aporte individual es un elemento ineludible de la amalgama que compone el funcionamiento social.

Yerra más de lo que supone el que a las puertas de las consultas médicas espanta con negativas al que pregunta, como si su misión fuera desinformar, provocar malestar, hacer que el que se retire de su lado sienta que vive un día maldito. No es posible que carezca, quien tiene que orientar a un público, de la debida paciencia para tratar con él, porque es esa la razón por la que ocupa ese puesto. Ni puede el que trabaja en el comercio mostrar su mala cara, y peores modales ante la solicitud del comprador o cliente, porque no es para otra cosa que está ahí. Como tampoco es entendible que el chofer del ómnibus interprovincial escoja su melodía favorita, no importa si estrepitosa, para que lo mantenga despierto, aunque lleve atormentados a los pasajeros, por la necesidad suya de estar despabilado.

Quienes así actúan excluyen de su misión tal vez la más delicada de sus facetas: la de mostrar directamente la parte sensible del servicio, que solo se hace palpable cuando el servido siente que se piensa en él, cuando el servidor, que es el trabajador mismo, pone en función del bienestar ajeno su propio trabajo.

La cara gustosa, la explicación oportuna, el ademán afable, el hacerle sentir al otro que lejos de resultarle su presencia un fastidio, le complace al menos ayudar a la solución, es, además de experiencias que endulzan los días, un deber inalienable de todo el que trabaja, y a él debe reclamársele por este provecho, tanto como se le exige la asistencia al centro o la puntualidad misma. Acaso más, porque estar sin estar, burlando deberes, causa averías mayores que el propio puesto desocupado e imprime en el necesitado un sentimiento despectivo que nadie debe permitirse.

Como si fuera tan difícil darse a los otros y con ello humectar las rudezas que proliferan como mala yerba, el trato, cara del servicio que se hace, puede llegar a espantar a las personas, si en las palabras y expresiones que se les dirigen hay reprimendas, francas indiferencias y obvias ganas de desentenderse.

Es preciso sentir la necesidad de que quien nos solicite un servicio, se retire de nuestro lado feliz, aun cuando no tengamos la respuesta que espera. Tiene que importarnos que el que nos requiera sienta que fue tomado en cuenta, que su satisfacción nos incumbe. Tiene que doler que nuestro trabajo sea inútil, que la gente se marche de nuestro servicio con la resuelta decisión de no volver, de sentir que se pierde el tiempo llegando hasta donde estamos. Como tiene que alegrarnos que se nos diga: «Aquí se puede venir; aquí estoy bien servido».

Que esta actitud sea colectiva, que sea máxima, que además de distinguir a la institución propia, nos enriquezca interiormente a bocanadas de bien, es el único modo de hacer –sin que cuenten bolsillos ni jerarquías– que nosotros también seamos asistidos cuando toquemos otras puertas.

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Edel Esteban Correa Mijares dijo:

21

20 de diciembre de 2017

10:04:03


Rafael. Coincido contigo, el arte del lapiz fino y agudo, sin verbo dificil de entender los asuntos mas agudos de nuestra sociedad que siempre pone sobre la mesa esta bella mujer periodista, complementa lo que se persigue, que nos revisemos todos, porque aun los que somos servidos tambien brindamos servicio de una u otra manera. Y lo hacemos realmente a tono con lo que hoy demanda nuestro pais?

Yoani Marcelino dijo:

22

22 de diciembre de 2017

11:32:21


Buenas. Excelente artículo escrito por una periodista que además de hermosa demuestra que es valiente y de gran profundidad en sus ideas. Lamentablemente no abundan los periodistas que se atrevan a decir las verdades sin adornos ni maquillajes aunque levanten algunas ronchas. También muy acertados los comentarios de los lectores. Un lamentable desacierto que se ha cometido a lo largo del proceso revolucionario es ignorar el hecho de que no todos tenemos actitud y aptitud necesarias para trabajar directamente con el público, por tanto no es cualquiera quien puede desempeñar esa labor. En la inmensa mayoría de los casos las personas que en Cuba trabajan directamente con público son de escaso nivel cultural (no confundir con nivel de escolaridad, aunque a veces ambos coinciden), pésima o nula educación formal y confunden los términos servicial con servilismo. Agréguese a eso el macabro torrente de vulgaridad, salvajismo, insensibilidad humana e irrespeto al prójimo por el cual atraviesa actualmente la sociedad cubana y por supuesto, esos individuos también lo ponen en práctica. Otro desacierto ha sido no darle la adecuada importancia ni combatir con todo rigor el maltrato e insatisfacción que sufre el ciudadano común, en mi opinión fue un mal que se dejó crecer y ahora se ha convertido en un verdadero problema social. Además, el maltratador cobra el mismo salario al final del mes o la quincena, independientemente de que haya realizado su labor impecablemente o desastrosamente, por tanto, le importa bien poco esmerarse en el servicio al público. Esa realidad tiene que cambiar necesariamente, porque ahora lo que está en peligro es la existencia misma de nuestra Revolución. Les recuerdo que en el concepto de Revolución definido por el inolvidable Comandante en Jefe dice que Revolución es “ser tratado y tratar a los demás como seres humanos”. Teniendo en cuenta esto, ¿cómo calificar entonces a los maltratadores? A buen entendedor, pocas palabras bastan.

claudia dijo:

23

22 de diciembre de 2017

12:33:59


Magnifico articulo,lastima que a quies debe ir dirigido, ni se toman la molestia de leerlos. Acertados los comentarios que aunque algunos llaman a exigir nuestros derechos, no se sabe a quien exigir, al menos yo he llegado a la triste conclusion de que desde hace algunos años para aca,. a nadie le importa nada, basta con leer los miles de comentarios sobre diferentes temas sociales, economicos etc que emiten constantemente los foristas y comparar con las minimas respuestas que se reciben. Nuestra sociedad tiene que cambiar y no es con un llamado a la conciencia como se resolvera, SOLO SE LOGRARA con HACER cumplir deberes, funciones, legislacion, EXIGENCIA, CERO IMPUNIDAD, demociones, sanciones etc.El funcionerio DEL NIVEL QUE SEA que no represente los intereses del pueblo TIENE que ser sustituido de inmediato y no premiarlo poniendolo en otro cargo para tapar la letra. CAMBIAR TODO LO QUE TENGA QUE SER CAMBIADO de arriba a abajo y de lado a lado. Alguien menciono a Lazaro Esposito quien se ha ganado EL RESPETO y admiracion de los santiagueros y de muchos mas en el pais que quisieramos clonarlo para tener a uno en cada provincia y yo me pregunto que tiene ese dirigente que hace que su pueblo lo siga y mas aun, que lo amen y yo misma me respondo; tiene VERGUENZA, CONSAGRACION, SENTIDO DEL DEBER, DESEOS DE MEJORAR, HONESTIDAD,COMPROMISO CON LA REVOLUCION, acaso esos otros a quienes vemos reflejados enneste articulo saben que significan esas condiones en un dirigente. QUIEN NO SABE SERVIR, TIENE QUE IRSE.

Maximo dijo:

24

23 de diciembre de 2017

13:18:38


Excelente trabajo, y que bueno tener personas talentosas como usted en las filas de la prensa cubana que siempre vamos a servir al pueblo y la cultura nacional

alexander dijo:

25

23 de diciembre de 2017

13:56:18


Muy lindas sus palabras Made ...pero muchas personas piensan lo contrario de estas cosas pero la solucion es la enseñanza del problema...