Si nosotros mismos podemos destruir el Socialismo, como nos advertía Fidel, ¿cuáles son los escenarios y las formas en que puede darse esa destrucción? Es una pregunta necesaria si queremos salvarnos de nuestros errores o egoísmos.
La corrupción con sus múltiples cabezas y tejidos se nos presenta como una amenaza que no se limita al plano económico, sino que incluye el desvío de una ética, que deja de servir a los demás para ser sustituida por el desenfreno de intereses propios.
Para enfrentar la gravedad de ese asunto es preciso revisar la advertencia que nos hiciera el Doctor Armando Hart cuando señalaba que el mayor problema del Socialismo del siglo XX había sido separar la cultura de la política. La cultura está asociada a la libertad y a la justicia; y la política, en la mirada martiana, «es el arte de hacer felices a los hombres».
¿Puede concebirse un socialismo liberador que no convierta la política en un acto de cultura donde la dignidad del hombre sea la ley primera como quería Martí? Para que eso sea posible el amor tiene que ser el centro de la política como también advertía el Che Guevara.
Las reformas económicas que traza el país tienen impacto en la vida de las personas. Por una parte, se abren brechas económicas a las que hay que prestar atención. Tales diferencias pueden vulnerar el consenso o la unidad en un escenario de mayor diversidad. Con los sectores que alcanzan mayores ingresos, además de pagar impuestos habría que estimular que se involucren más en el desarrollo comunitario y enriquezcan los sentimientos de solidaridad en la solución de problemas sociales.
Los enemigos de la Revolución tratan de convertir al sector privado en espacio de presión contra el Socialismo. Por eso nuestra política debería encaminarse siempre, y cada vez más, a ser territorio de creación y de participación ciudadana efectiva.
Una compleja y silenciosa batalla se libra en el terreno de los símbolos. La base económica puede ser socialista y en la conciencia pueden ganar espacio ideas antisocialistas o indiferentes al proyecto emancipatorio.
¿Cómo saber lo que piensan los jóvenes y al mismo tiempo estimular en ellos un mayor protagonismo? ¿Qué relación hay entre los jóvenes y las ideas socialistas? Cae sobre ellos todo el desbarranco de la ideología de la seducción del capitalismo, pero tienen el talento y la posibilidad de llevar el Socialismo en el corazón y en el pensamiento.
La burocracia, el dogmatismo, la mediocridad, el formalismo con su zaga de simulaciones, la falta de sensibilidad ante los problemas de las personas, son caldo de cultivo que se vinculan a otros errores y minan el camino de la Revolución.
Podemos destruir el socialismo nosotros mismos, pero también podemos hacerlo crecer, avanzar hacia el futuro. El trabajo de las ciencias sociales, los resultados de maestrías y doctorados, los estudios de centros de investigación, la cultura que emana de la academia y la que surge del pueblo, esa que cabe en el proverbio: «Nadie sabe más de la olla que el cucharón que la menea», todo al servicio de la política que defienda al Socialismo donde el hombre no sea jamás la cifra fría, sino el sueño individual en la felicidad colectiva.
*Profesor de la Universidad Jesús Montané Oropesa. Isla de la Juventud.
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Liborio Criollo dijo:
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13 de diciembre de 2017
09:58:31
PABLO dijo:
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13 de diciembre de 2017
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Yaliana Alcime Caser dijo:
3
13 de diciembre de 2017
13:25:42
Portuario dijo:
4
13 de diciembre de 2017
15:40:19
afeijoo dijo:
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14 de diciembre de 2017
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