Hace alrededor de diez años escuché por primera vez las siglas LGBTI. En aquel entonces, con pocos conocimientos sobre temas de género y diversidad sexual, ni siquiera me detuve a pensar en su significado. Creo que en algún momento pensé que se referían al nombre de alguna empresa internacional, de una ONG o quién sabe que más.
Admito sin ninguna vergüenza mi ignorancia de ese entonces, porque los temas referidos a lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales, constituyeron históricamente un tabú, una especie de asunto “prohibido”, del que apenas se escuchaba hablar. Siendo aun más sincera, las alusiones al tema eran casi siempre despectivas, relacionadas con enfermedades mentales o con desviaciones vergonzosas.
Felizmente, algunas posibilidades de superación que hoy agradezco mucho, me sirvieron para comprender que el mundo es más hermoso gracias a su diversidad, y que aquello que muchos ven como un defecto, puede convertirse en el elemento que hace especial a un ser humano. Ese saber, me permitió despojarme de ciertos estereotipos que muchas veces de forma inconsciente, se me presentaban al juzgar a otra persona.
Puedo afirmar sin temor a equívocos que quizá mi experiencia sea compartida por muchos. Ciertamente, los patrones patriarcales sobre los que se edificó nuestra sociedad y los roles preestablecidos históricamente para mujeres y hombres, no admiten variaciones. Por eso, remontándonos a épocas pasadas, resultaba lógico que las personas vieran como anormal cualquier conducta que se saliera de esa rigurosa línea de parámetros.
Pero el tiempo ha pasado, el siglo XXI sigue su curso y sobre todo en Cuba, los esfuerzos por romper estereotipos, mitos e ideas absurdas que alimentan fobias rinden cada vez mejores frutos. A estas alturas, resulta imposible justificar cualquier acto discriminatorio, ofensivo o denigrante que tenga por objeto a un miembro de la comunidad LGBTI.
Mucho se ha hecho en nuestro país con el objetivo de romper las barreras psicológicas o de prejuicios que aíslen a cualquier ser humano en el ámbito social, familiar o laboral. Las jornadas contra la homofobia y la transfobia, lideradas por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), han devenido escenario de intercambio, de relación y sobre todo de respeto, abriendo un espacio a la reflexión en las personas de todas las edades.
Cada quien construye su personalidad y la enriquece con características muy particulares. Sin embargo, el verdadero índice de medición que debemos utilizar respecto a nuestros semejantes, puede depender de sus valores humanos, de la profundidad de sus sentimientos, pero nunca, del modo que elija para expresar el amor, de la ropa que use o de los gestos que dibuje al hablar o caminar.
Respetar es el primer paso para entender y aceptar. Comencemos en ese punto, lo demás vendrá después. Rechazar lo que no se conoce puede traer consigo la pérdida de oportunidades, de momentos excepcionales de la vida y sobre todo, mella nuestras relaciones con quienes nos rodean.
Por eso, “me incluyo”, porque creo que todos tenemos derecho a decidir cómo queremos vivir nuestras vidas, a apostar por aquello que nos haga felices. Una Cuba sin homofobia ni transfobia, será cada vez más justa.
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Titos Antonio dijo:
21
30 de junio de 2016
09:34:51
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