
A teatro abarrotado tiene lugar una reunión, que por lo delicado del tema a tratar todo hace suponer será “caliente” de campana a campana: el enfrentamiento al delito, las ilegalidades, las indisciplinas sociales y las manifestaciones de corrupción.
Luego del informe acostumbrado, en el que se mencionan con nombres y apellidos los problemas, las causas y los responsables, los presentes son convocados al análisis del asunto a la usanza guajira: cogiendo al toro por los cuernos.
Intervención inicial… pura retórica matizada de elementos teóricos sobre cómo hacer mejor las cosas. Segundo al micrófono… discurso enciclopédico casi para el doctorado. Tercer hablante… retahíla de banalidades que provocan los primeros bostezos.
Cuando el cuarto se apresta a demostrar su “brillante” verbosidad, alguien de la presidencia para en seco la reunión y propone al auditorio comenzar de nuevo el debate… pero por las mismas personas que ya habían hecho uso de la palabra.
Las reglas del juego, sin embargo, cambiarán. Cada cual hablará en primera persona: qué no he hecho, cuál es mi responsabilidad ante los deslices cometidos, qué haré para resolver en un breve plazo los problemas de mi entidad…
Solo entonces, al quedar a un lado, no sin cierta resistencia, las justificaciones, las disertaciones a destiempo y los “harakiri” hipócritas, la reunión enrumba por los derroteros esperados y perfila acciones concretas que transformen el estado de cosas.
Este mal que, de no atajarse en el minuto exacto, desvirtúa cualquier intento de análisis serio, se ha extendido, casi como epidemia: el arte de hablar y no decir nada, una especie de cantinfleo que adormece e impide poner el dedo sobre la llaga.
He aquí algunas de las “joyas” más reiteradas y exquisitas por su grado de ambigüedad: “Estamos trabajando en esa dirección”, “el problema está acorralado”, “hemos trazado una estrategia al respecto”, “despreocúpese, que ya le estamos metiendo a eso”…
Cada sector también le ha puesto lo suyo para enriquecer el discurso soso y envolvente, como este de origen “eléctrico”: “Estamos haciendo un acomodo de carga”. Nada, que el tema hasta resulta gracioso, si no fuera tan serio lo que está en juego.
Son, no dudarlo, artimañas que emplean quienes ofrecen prometedoras respuestas para salir del paso, rehuir una responsabilidad o evadir, cual brillantes “estrategas”, una encerrona por sus incumplimientos y reiteradas negligencias.


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jorge dijo:
21
6 de mayo de 2015
11:23:26
Miguel dijo:
22
6 de mayo de 2015
11:49:30
carlos dijo:
23
20 de mayo de 2015
00:55:49
Lourdes dijo:
24
2 de junio de 2015
13:13:06
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