Agua, agua, agua. Así, de boca en boca, como en los correos antiguos, se esparcía esa palabra por una céntrica calle santaclareña. Al instante, se armó un tremendo corretaje. Entonces, dije para mis adentros, será que va a llover. No, qué va, pensé enseguida, resulta imposible porque el cielo luce más radiante que nunca.
Luego, al ver acercarse a una pareja de jóvenes policías y a varias personas que escondían y tapaban productos, utilizando para ello sábanas, nylon, mantas y cuantas cosas estuvieran a su alcance, pude comprender el verdadero sentido de la advertencia.
De esa manera llaves, interruptores, tomacorrientes, zapatos, luces, ropa y una amplia gama de productos difíciles de describir, que minutos antes aparecían a la vista de todos, desaparecían al instante como por arte de magia.
Sin embargo, el ejercicio de protección duró pocos minutos. Al paso de los agentes del orden, volvían a aparecer los objetos antes mencionados, los cuales eran acompañados de algunas “gestiones de venta”.
El suceso narrado, aunque parezca cosa de película del sábado, resulta un hecho cierto y cotidiano que ocurre en cualquier lugar de la geografía cubana. Como el gato y el ratón se mueven los revendedores y las autoridades encargadas de imponer el orden y la disciplina para hacer cumplir lo establecido.
Tras la reorganización de las llamadas candongas, donde se concentraban los vendedores de los más diversos artículos, ya fueran robados, importados, artesanales, adquiridos en las TRD o mercados estatales, y en las que uno podía encontrar desde un alfiler hasta el objeto más impensado, apareció esta modalidad de comercio en la sombra, una actividad que ahora no paga impuesto alguno al Estado y está fuera de cualquier tipo de control.
Como tantas veces ha sucedido, no basta establecer una ley para que esta sea acatada y cumplida como corresponde. En el caso de marras, hay que decir que ni los frecuentes operativos de las autoridades policiales, ni el accionar de los inspectores encargados de hacer prevalecer la ley, han logrado paralizar el accionar de esos elementos que medran a costa del bolsillo y las necesidades de la población.
Y aunque nos cueste reconocerlo, ellos cuentan muchísimas veces con el apoyo y la protección de personas que buscan allí lo que no pueden encontrar en los menguados mercados estatales, y también de algunos funcionarios que se hacen los de la vista gorda para no buscarse problemas.
Por lo general, esos personajes pertenecen al clan de los acaparadores, corruptores, amigos de los o las dependientes y funcionarios que laboran en las tiendas, a quienes pagan para que les avisen, con suficiente antelación, la salida de determinado producto deficitario, el cual luego es revendido a precios exorbitantes.
Por esa razón, a veces resulta difícil encontrar algunos artículos como tomacorrientes, interruptores, mandos de televisores, luces, cintillos u otros, los cuales son adquiridos al por mayor por ellos para luego ser revendidos “por la izquierda”.
En casos como este, lo que se impone es cercenar el mal desde su raíz y no tirar el machetazo después que pasó el majá, una frase muy criolla que se ajusta perfectamente a esa conducta enraizada de dejar que prosperen y se expandan los problemas para luego ir a cortarlos cuando ya se ha hecho muy tarde.
Debemos acabar de aprender que las leyes que rigen la sociedad se deben acatar a diario, de lo contrario será muy difícil hacer prevalecer el orden y la disciplina de las que está urgido el país.


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HGV dijo:
21
2 de febrero de 2015
14:05:18
Jesús Cubano dijo:
22
2 de febrero de 2015
14:35:32
Eduardo dijo:
23
2 de febrero de 2015
15:21:34
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3 de febrero de 2015
09:38:33
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25
4 de febrero de 2015
10:01:10
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26
5 de febrero de 2015
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27
19 de febrero de 2015
22:40:58
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