Mi primera reacción es detener la marcha, situar el auto fuera de la circunvalación sur camagüeyana y revisar dentro de él. Una sensación de náuseas me sobreviene de inmediato. Mi presunción es cierta. La carpeta de trabajo había quedado, hacía más de una hora, donde mismo la coloqué “solo por unos segundos” allá en Ciego de Ávila, encima de un automóvil estacionado frente al edificio 34 en el reparto Vista Hermosa.
“Excelente inicio de año”, es todo cuanto atino a comentar con Osvaldo Sánchez, periodista del sistema informativo de la Televisión Cubana, quien me acompaña en viaje hacia el oriente cubano.
Y girando completamente hacia la cabecera provincial agramontina, en busca de un teléfono, le cuento: “La carpeta no contiene dinero, pero compadre, ahí está mi billetera con todos los documentos personales de identificación, licencia de conducción, agenda de apuntes, libreta de teléfonos y direcciones, tarjeta magnética de combustible privado, dos memorias flash, la cámara fotográfica de trabajo, el cable para descargar imágenes hacia la computadora… En fin, prefiero que me trague la tierra antes que perder esas cosas”.
Osvaldo no habla. Quizá prefiere largar en un suspiro su compadecida solidaridad.
CIEGO DE ÁVILA
Acostumbrado a oxigenarse con la fresca brisa de la alborada, Fernando Hernández disfruta la tranquilidad que transpira esa parte de la ciudad. Un detalle llama súbitamente su atención. Apoyada en la base del parabrisas de un blanco automóvil yace una carpeta de color azul claro. ¿A quién puede habérsele quedado?, se pregunta, y sin perder un minuto la toma en sus manos.
“Es posible que antes de irse, el esposo de la vecina que vive en el cuarto piso haya puesto ahí su carpeta y olvidara volver a recogerla”.
Tales dudas —totalmente atinadas— cobrarían mayores posibilidades de acierto al abrir el broche y ver dentro la agenda, cámara, lapiceros…
Con una mezcla de sorpresa y gratitud la tierna voz de la mujer confirmaría minutos después la procedencia de aquel hallazgo.
El suspiro de Fernando deviene nítida expresión de ese alivio humilde y natural que solo anida en los seres portadores del divino gen asociado a la sensibilidad humana.
Como él, cientos de personas habrían indagado y buscado la forma de devolver la valija encontrada. Acude ahora a mi memoria el caso de Zacarías Profeta Concepción Velázquez: humilde barrendero de Las Tunas que devolvió una cartera con amplia suma de dinero en divisa, tarjetas magnéticas y otras “tentaciones” dentro. Algo parecido hizo después Ernesto Peña Leyva, fotógrafo del rotativo 26…
Mis documentos y pertenencias pudieron ser vistos por un ojo miope de sentimientos, pero con sobrada óptica para la apropiación y/o reventa de lo ajeno. Mas no ocurrió así. Personas como Fernando, capaces de ofrecer a cambio de nada o de un simple “gracias” su corazón, me hacen disentir cada vez más de quien dice que “todo está perdido”.
Por eso esta noche él dormirá con la satisfacción de haber hecho lo que aprendió de sus ya fallecidos padres y abuelos, en tanto yo lo haré con el cubanísimo deseo de volver cuanto antes a Ciego de Ávila para darle a Fernando el abrazo que no cabe ni en la mayor carpeta del mundo.
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JoseL dijo:
1
9 de enero de 2015
08:49:45
Carmita Ibáñez dijo:
2
9 de enero de 2015
08:52:38
mirta dijo:
3
9 de enero de 2015
12:49:09
pastor dijo:
4
9 de enero de 2015
16:11:30
Marbelis dijo:
5
10 de enero de 2015
08:56:27
Osvaldo dijo:
6
12 de enero de 2015
11:42:30
Cristal Ambar dijo:
7
19 de enero de 2015
06:27:39
marlene dijo:
8
15 de febrero de 2015
09:32:10
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