ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Hoy vuelvo a sentir añoranza por un libro, no por el que se me extravió y sé que no retornará, ni por el que presté a alguien que jamás me lo devolverá, sino por el que no tengo.

A pesar de estar rodeada de ellos, de poseer y guardar henchida de orgullo en la casa varios sitios donde se juntan esas joyas de papel, hoy me faltan aquellos que necesito consultar con urgencia, los que tendré que leer, uno por uno, en formato digital, si quiero realmente conseguir este nuevo empeño al que me conduce mi profesión.

Una maestría, no la que matriculan los jóvenes graduados, aún sin muchos enredos en su vida, cuando apenas acaban de licenciarse, sino una muy soñada, que han hecho esperar circunstancias y asuntos impostergables, suma ahora a mis incontables deberes, nuevas exigencias para las que no cederán sus espacios las obligaciones de siempre.

Bien lo saben quienes no paran de estudiar —sobre todo cuando avanza el curso de la existencia y aumentan las situaciones en las que somos los máximos responsables— que estos periodos de tiempo demandan largos desvelos y dulces sacrificios que no por disfrutados dejan de exigirnos casi impíamente más de lo que creemos poder dar.

Pero se asumen. Y en medio de la cotidianidad se entregan trabajos, se piensa en los temas investigativos, se proyecta la ilusión del camino que se desandará. Hoy  debo hacer un viaje de compromiso familiar, y aunque madrugué para adelantar tareas y escribir algo antes de salir, el tiempo no me sobra y tendré que inventarlo.

“Si tuviera el libro”, pienso. Me lo estaría leyendo durante el viaje, y a la par del fresco de la ventanilla, y mientras avanzo hacia el lugar donde me esperan, mi lectura organizaría la sarta de presentaciones electrónicas, explicaciones y recomendaciones que las largas sesiones de clases nos entregan y es preciso procesar después a solas, en el encuentro personal con la materia.

Imagino lo fácil que sería poder marcar los conceptos en mi supuesto libro, destacar las palabras clave, hacer esas anotaciones íntimas que se fijan en nuestra memoria afectiva y visual, cerrarlo momentáneamente cuando los ojos se irritan, pero sintiéndolo tan cerca en nuestras manos con un calor casi humano…

Tal vez más tarde abriría el libro para continuar la lectura que ya ha ido acomodando esos conocimientos que, aunque se entienden bien en las conferencias, quedan prendidos con alfileres hasta tanto no leemos, escribimos, subrayamos y los procesamos más tarde a solas.

Pero el libro no está. En formato digital tenemos toda esa bibliografía ¡y más! ¡Pero digital! Y siento con dolor esa ausencia. Pienso por momentos que tal vez este padecer se acentúa por pertenecer a una generación que aunque también domina las nuevas tecnologías es esencialmente, por su formación, más analógica, dado el razonamiento en el que se basó su aprendizaje. ¿Los más jovencitos sentirán también, en circunstancias parecidas, esa falta?

La respuesta a mis cuestionamientos la tengo con solo alzar la mirada. Mi hija se ha enfrascado en estudiar francés. Las clases de la Alianza son fabulosas pero sin el tiempo de estudio y la ejecución de muchos ejercicios valen poco o nada. —“Necesito el libro”, me dice. —¿Pero no lo tienes en digital?, le contesto. —Sí, sí, ¡pero qué va, no es igual!

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José C. dijo:

41

23 de octubre de 2014

16:25:35


Sin duda tendremos que adaptarnos a la nueva tecnología, pero si da nostalgía no tener en la mano una portada de un buen libro, lo de hoy sonido digital ya no el manaural , acomodar el sonido de mil instrumentos en un solo canal o cientos de melodias en un solo aparatito, disfrutar un disco de vinil con su portada o una memoria que solo la conectas y casi ni la puedes sostener; pero tambien un día habrá personitas que no les tocará haber conocido de esas bondades y por consiguiente no lo extrañarán, todo evoluciona.

cynthia Galano dijo:

42

24 de octubre de 2014

09:34:41


Estoy totalmente de acuerdo con usted, porque muchas veces también siento nostalgia de leer un buen libro, y no lo tenemos, por otro lado no podemos ir en contra de la corriente o de la tecnología, pero una cosa si es cierta y es que no todos podemos leer los libros que queramos en tablets o en laptops, y sí, quizás un día se generalice esta oportunidad, pero para esa fecha ya no tendremos casi ni vista, o quizás sean nuestros nietos quienes tengan esa suerte, y la verdad que es, ahora, cuando quiero leerme buenos libros en mis pocos tiempos libres cuando mi bebe me lo permite, y soy de las que pienso que cuando tengo un buen libro en las manos, de que saco el tiempo lo saco , aunque sea 15 minuticos antes de acostarme..

Otro dijo:

43

30 de octubre de 2014

13:21:25


Carlos de New York, suelta la botella !

sebastian dijo:

44

30 de octubre de 2014

17:18:51


Por suerte aún quedan los de siempre y los que se seguirán imprimiendo! ninguno podemos acostumbrarnos al digital

CCB dijo:

45

6 de noviembre de 2014

11:16:42


Tiene razón su hija, nunca será igual, y si, los jovenes también sentimos esa falta. Pero tambien hay que pensar que en formato digital encontramos libros que no hallamos en ninguna librería del pais, y miles de millones de volumenes en muy poco espacio.