ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

“Para vivir hay que tener grandes olvidos”, solía decir una vieja amiga. Su adagio siempre venía a rematar cualquier anécdota que en la conversión cotidiana tocara resentimientos, rencores o momentos no precisamente felices.

Y no le faltaba razón: hacer borrón y cuenta nueva a antiguas y ya resueltas asperezas; echar a un lado alguna discusión pasada o reciente, que no conduce más que a distanciar a las personas; doblar la página para dejar atrás algo que nos frustró, o que nos marcó profundamente en nuestros sentimientos resulta saludable, sobre todo si el fiasco fue a su vez fuente de crecimiento personal. El olvido inteligente que echa por tierra odios inútiles es un mecanismo necesario para purificar nuestro pensamiento y liberarlo de trabas que impiden el flujo viable de las relaciones interpersonales. Vivir haciendo honores a fracasos y de­sencuentros es como andar por el mundo atados a un grillete inllevable.

Sin embargo, nadie podría cuestionar el valor de la memoria. Conservarla intacta cuando se trata de atesorar las vivencias gratas, los recuerdos placenteros y las buenas acciones que de los demás hemos recibido, es una especie de bálsamo que alimenta al espíritu y que le sirve como una malla regeneradora para reponerse de las decepciones, y de esos golpes que al decir del poeta son  “como del odio de Dios”, y a veces llegan a “serrucharnos” el suelo.

No se trata de acatar como una fórmula de éxitos el olvido rotundo de las adversidades y creer que la vida es el carnaval que no es, sino de hacer un uso provechoso de esas facultades inherentes a los seres humanos, en aras de que nuestros días sean más plenos.

El olvido es saludable si sirve para que al hacerlo realidad podamos mirar hacia delante y avanzar en ese rumbo sin que usemos los chascos como pretextos para  anquilosarnos en un punto y permanecer agónicamente atascados en él. Pero es contraproducente si esa amnesia obvia nuestros compromisos con los demás y con nosotros mismos, si borra nuestro pasado como si nos avergonzáramos de él, o como si fuéramos indignos de equivocaciones o malas rachas.

Emparentado con el olvido está el de­sagradecimiento, que se precia de una falta de correspondencia con el beneficio recibido. La ingratitud, que deja heridas tan hondas a quien ha sido objeto de ella, es una de las caricaturas del olvido y en sus peores rostros no solo hay actitudes amnésicas, sino que muchas veces atacan deslealmente a quienes les sirvieron bien.

Sobre la memoria mucho puede decirse. Ella es nuestro más completo álbum vivencial. Allí almacenamos lo que somos, lo que exteriorizamos y lo que solo escucha nuestra almohada. De nuestra valentía o debilidad para asumirla depende en gran medida nuestro bienestar. Del consentimiento que ella nos dé, o del que seamos capaces de ganarle, dependerá con creces nuestra felicidad.

Para conseguirlo es preciso sostener la mirada ante el dolor que nos aquejó, la pérdida que nos disminuyó, la flecha que nos hirió y, parados sobre esas cicatrices de las que se encarga el tiempo, encontrar la llamita cuyo calor nos indica que no todo está perdido.

De esos parajes intensos, sin olvidar las torpezas que pudimos evitar  y to­mando sus saldos como divisa  —aunque también de incontables alegrías—, se construyen los vaivenes de la vida.  Entre el juicio y el error, memorias y olvidos estarán gozosos de que tomes partido y entre ellos elijas. Saber en qué momento y hasta dónde le echamos mano a unas u otros, significa un de­safío que debemos manejar en nuestro favor.

Y no hay que temerle ni al olvido, que nos dice adiós, ni a la memoria, que nos dictamina y hasta puede señalarnos con su dedo acusador. Es preciso hacerla nuestra cómplice o combatirla si nos inculpa demasiado, para empezar de nuevo sin titubeos y sin dejar de mirarla de frente.

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Rolando dijo:

21

22 de septiembre de 2014

00:08:00


He seguido con entusiasmo el desarrollo de las opiniones de los foristas y de la propia Madeleine con sus intervenciones aclaratorias y en cada criterio encuentro una motivación interesante que me impulsa a seguir reflexionando sobre el tema de las memorias y el olvido. Independientemente de la belleza de la periodista, que hace que muchos se sientan atraídos por sus ideas, reconozco que tiene un sentido muy agudo para tratar temas que son socialmente sensibles ya que tocan el alma de las personas, lo cual aglutina en torno a sus artículos a foristas que se preocupan en asuntos relacionados con la esencia humana. Ya yo expresé mi opinión, lo cual no significa que lo haya dicho todo, pues ahí hay mucha tela por donde cortar. Olvidar puede ser un pecado cuando se corre el riesgo de repetir errores, eso creo que ya lo dije; pero cuando ese riesgo no existe, entonces el olvido es la mejor forma de sanar el alma cuando una memoria está asociada traumas que de alguna manera limitan el despliegue de las capacidades intelectuales y humanas. Hasta el cerebro humano posee mecanismos ajenos a la voluntad del individuo para lograr estos objetivos. Esto lo aprendí de mis colegas de trabajo que son psicólogos y psiquiatras. La memoria conservada ayuda a la protección de la persona, es esencial no olvidar, pero sí es sano perdonar, sobre todo a aquellos que han herido pero que conservan valores suficientes que pesan más que los defectos que emanan de sus características permanentes y que en determinadas situaciones se expresan como amenaza, esos contextos debes ser identificables, y en ello ayuda la memoria para evadir tales coyunturas. Bueno, me detengo abruptamente porque no quiero repetir el artículo de la admirada Madeleine. Gracias a Toyo por darme crédito en una de mis intervenciones, gracias a todos los demás de quienes estoy aprendiendo mucho.

Orlando dijo:

22

22 de septiembre de 2014

03:15:11


Excelente reflexión Madelaine. Un enfoque inicial para no sembrar en nuestra computadora información innecesaria que nos nuble la mente con malos recuerdos, y nos impida desbordar nuestro cause del pensar en el beneficio deseado. Gracias por tan bella escritura.

Mariela Bonachea dijo:

23

22 de septiembre de 2014

08:22:00


Madeleine, leo sus artículos con atención porque resulta una lectura intimista que nos llama a la reflexión sobre asuntos claves de nuestra existencia, que muchas veces pasamos por alto, asuntos polémicos sobre los que siempre es util reflexionar. Pero le hago una observación, tanto a usted como a los editores o moderadores de los mensajes: no permitan que esto se convierta en un club de fans por su belleza física, porque eso desvía la atencion y atrae a más foristas sobre lo que no es el objetivo de su trabajo. No es malo que usted como cualquiera reciba un elogio, pero creo que es demasiado, tanto que a veces resulta desagradable. Creo que ni usted, ni su trabajo, ni el kperiódico Granma son para eso.

Madeleine dijo:

24

22 de septiembre de 2014

14:59:15


Estimados lectores: Les agradezco a todos sus puntos de vista y sobre todo la posibilidad de intercambiar con ustedes. Si como me dicen algunos, han empezado a reflexionar sobre las memorias y el olvido, (sobre lo que vale la pena recordar, y lo que aunque te venga a la mente no vale la pena alimentar, o lo que debe sostenerse en la memoria a pesar de los años y los siglos) entonces este trabajo cumple su objetivo. Creo que queda claro que olvidar, en el sentido en que lo empleo es “no darle taller” a lo que no lo merece. Es despedir cuando es oportuno hacerlo aquello que nos daña. Y creo también que no queda espacio para dudas del valor que tiene la memoria así como hacer buen uso de ella. Para eso mismo, para no olvidar quienes somos y para no olvidar que somos un conglomerado de todo lo que hemos vivido y de todo lo que asumimos. Me alegro del bien que les ha hecho a los que así me lo dicen haber leído estas líneas. A veces nos aferramos a cosas que nos atascan por gusto en un callejón sin salida y que es preciso sacudirse. Dice Eduardo Galeano que prefiere una memoria con la que tenga que batallar para combatir los malos recuerdos y las malas experiencias que una vacía y tan limpia que casi carezca de vivencias. DE lo que seamos partidarios o no pues es un derecho que tenemos. Y cada cual escoge. Lo importante es crecer y hacernos fuertes con la vida que tenemos. Y claro que no es posible olvidar el pasado, en ningún momento se dice eso en el trabajo, pero sí cosas del pasado, las que no contribuyen a nuestra felicidad. Precisamente a lo que me refiero con olvidar es a eso que me escribe Evidelio: “odios, sectarismos y cuanto no contribuya al mejor desarrollo de las relaciones interpersonales, al dialogo y entendimiento constructivos, a la busqueda de ideas frescas aun cuando sean contrapuestas, como la mejor forma de encontrar y viabilizar posibles soluciones a problemas acumulados y presentes”. Para Marcos, mis saludos, me alegro de saber de ti y que te haga bien leer esto. Suerte en tu nueva misión, y para Mariela. —¿Viste Mariela que sí lo publicaron? Bueno a Mariela ya le respondí personalmente y le digo que le agradezco que mis escritos la llamen también a ella a la reflexión. A los que me dicen algún elogio, sepan que siempre que se escuchan o se leen con mesura son bien recibidos. Nadie podría dudarlo. pero Nunca Granma se convertirá en espacio para club de fans por la supuesta “belleza” de nadie, QUE NO SIENTO COMO MI CASO. Ni nadie usaría a Granma para eso. No es para tanto. Aquí hay muy buenas respuestas, profundas, sentidas, de gente que de verdad busca complicidad o diálogo en las letras y entrelíneas de los trabajos. Todo está en el modo en que lo vea cada cual. Para mí nada es más importante que la opinión sincera del trabajo o el provecho, si así lo fuera, que nuestro comentario pudiera propiciar. Bueno, Los dejo con una hermosa historia que tal vez conozcan. Una verdadera joya de la experiencia humana que habla precisamente de olvidos y memorias. Ojalá sea el proceder de todos los buenos seres que hoy estamos intercambiando este tema: Un amigo le preguntó al hombre que por qué se apuraba tanto: —Voy a ver a mi mujer que está internada en un centro donde la cuidan, ella tiene Alzeimer. —¿Pero para qué quieres apurarte tanto si ella no se dará cuenta si llegas tarde, si ella no te reconocerá, si no sabe ni quién eres tú? El hombre sin pensarlo dos veces respondió: —Ella no sabe quién soy yo, pero yo sí sé bien quién es ella.

Rolando dijo:

25

23 de septiembre de 2014

15:56:27


La forista Mariela Bonachea tiene la agudeza de reconocer las capacidades integrales de la Liceciada Madeleine, lo cual es admirable. Pero al advertir que, los foristas que elogiamos a la periodista por sus presencia física, podríamos convertirnos en un club de fans, es casi una idea que roza los límites de una ofensa al resto de nosotros. Nosotros admiramos a Madeleine en primer lugar por sus capacidades culturales, por su habilidad de escoger temas que aglutinan a las personas que se preocupan por las demás personas y por los temas sociales en sentido general. También admiramos a Madeleine por por su modestia de interactuar con los lectores de igual a igual, y entre otras cosas por su arte de expresar sus ideas. La observación de Bonachea es además peligrosa pues puede activar la mente y exacerbar la voluntad de algún censor con poder, vocación y cierto grado de sadismo intelectual, ya que no necesitaría muchos argumentos para una acción de censura . Seríamos un grupo de personas muy vanales si nos estimulara exclusivamente el atractivo físico de Madelaine para opinar sobre los temas que ella escoge para sus artículos. Creo que el foro que se ha creado en torno a Madeleine es un foro de personas cultas cuyas opiniones ella valora porque lo ha expresado. Si el centro de tal foro fuera el atractivo físico de Madeleine, en mi caso me sentiría avergonzado, y pienso que tal peligro ella misma lo hubiese advertido primero. Los elogios no sobran, a mí me agrada que los foristas reconozcan la belleza de la periodista, ella se lo merece y seguramente se siente estimulada en su trabajo. Yo me pregunto si tenemos que ser siempre solemnes para ser tomados en serio. Podemos ser profundos o no, pero la profundidad de la que hablo no tiene que depender de la solemnidad. Si existe alguien que se crea que pertence a un club de fans por la belleza de Madeleine, ése se perderá en el camino, él mismo se excluirá porque siempre dirá lo mismo, se quedará vacío y no tendrá nada que aportan a los demás, se avergonzará de repetir que Madeleine es bella y nadie le prestará atención.

Mariela Bonachea dijo:

26

25 de septiembre de 2014

07:40:17


Yo quiero dejar bien claro, Rolando, que me gustan los artículos de Madeleine y ojalá a nadie se le ocurra la infeliz idea de censurarla, porque trata temas medulares del comportamiento humano y de como sin mucho esfuerzo podemos ser mejores personas, eso es por encima de todo lo que defiendo

Antonio dijo:

27

25 de septiembre de 2014

15:54:53


Pienso que olvidar sin dejar un legado es como no haber pasado por este mundo. No es necesario olvidar, al contrario. Lo que sí es necesario es no tener rencores y entender que todas las vivencias buenas o malas son en definitivas nuestra vida, distinta a la de los demás.

Manuel dijo:

28

25 de septiembre de 2014

15:59:29


La publicación que realizó es la misma expresión de la esperanza. Me gustó en lo personal, lo espiritual y profesional. Todo es bien pensado y con alta calidad humana puesto que para ser mejor persona hay que olvidar de como le ha sido de cruel la vida,sus fracasos y vicisitudes. Emprenderse nuevamente no con los recuerdos, sino con las enseñanzas recibidas con las que creo como usted que se comienza otro camino en cada amanecer. Sólo recordar lo más puro, lo que pueda fomentar lo positivo, lo útil y en las interrelaciones ¨EL AMOR¨. La felicito. -Si en algo puedo serle útil cuente con un amigo.

jorge sautié dijo:

29

26 de septiembre de 2014

14:51:51


hacer periodismo con psicología, lleva el sello de la maestra