ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

El tiempo no perdona. Parece que fue antier cuando le cosía el dobladillo al uniforme es­colar, cuando la preocupación más grande eran las tareas del otro día o llegar viva a la meta en aquellas maratónicas pruebas de Edu­cación Física. Ahora resulta que todo pasó, sobreviví, y esta tarde tuve mi primera reunión de padres.

Es difícil enfrentarse así con los años, sobre todo porque aún creo estar viendo a mi madre sentada al final del aula recibiendo noticias de su hija. Esta vez estaba yo, en la primera fila, esperando a que la directora del círculo infantil o las educadoras me contaran que mi hija aprendía sin contratiempos. Y estaba dispuesta a reclamar ante cualquier obstáculo que lo impidiera.

Asistí a la primera reunión como una madre intransigente, veladora a toda costa por el bienestar de quien aún no levanta una cuarta del piso, pues había aprendido esa actitud de las mujeres que me rodean. Pero mientras la directora hablaba, aquella pose iba perdiendo sentido, se desvanecía, se le aflojaban cada uno de sus argumentos “reclamadores” porque co­men­cé a preguntarme qué hacia esta “madre de estreno” para exigirle a la institución escolar, a sus maestros, por aquello en lo que ella no aportó ni una gota de sudor.

Y la directora seguía hablando de esfuerzos, de las horas que pasaron limpiando, pintando, arreglando el Círculo para que el primero de septiembre estuviera listo, mientras “solo cuatro o cinco padres, de los más de ochenta niños matriculados, vinieron a ayudar”. Supe de un patio donde nuestros hijos debieran ir a jugar, a tomar el sol, inhabilitado por la hierba, los escombros, la suciedad. Pero a esta otra convocatoria “solo vino un papá”.

“Así no se puede, solos no podemos”, dijo aquella mujer, mientras me apenaba por no haber estado en las listas de los poquísimos que se sensibilizaron con el cartel que durante toda la semana había convocado a juntar ayudas o con la llamada telefónica de la “seño”. ¿Qué cosa más importante estaría haciendo, mientras otras buenas almas alistaban el Círculo donde mi hija pasa más de ocho horas, donde aprende de la vida, donde se hace mejor persona, donde crece para bien?

Entonces caí en cuenta de las veces que disparamos contra el sistema educacional cubano sin siquiera ponernos a disposición; de las ocasiones en que reprendemos al maestro sin haberle brindado una mano, sin haberle devuelto los buenos días o preguntado cómo amaneció. Recordé el montón de críticas, a diestra y siniestra, porque la escuela está sucia, sin pintar, sin adornos, mientras son notorias las ausencias en cualquier esfuerzo por cambiar esa realidad.

Por suerte, queda un mundo de reuniones por asistir. En la próxima, la mamá de Carmencita estará entre los felicitados porque no habrá nada más importante que ofrecer su esfuerzo para que donde ella se forma sea el mejor lugar, el más ameno. Quizás dentro de algún tiempo seamos más las “madres de estreno” que aprendimos tempranamente la lección y la institución escolar se sienta menos sola en ese descomunal esfuerzo por hacer de nuestros hijos personas de bien. Ya nos veremos, de seguro, en la próxima reunión… y en la próxima convocatoria.

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carlos dijo:

21

25 de octubre de 2014

10:40:10


buen articulo, la felicito, es bueno ver talento y belleza de la mano

Eusebio dijo:

22

28 de octubre de 2014

10:14:01


Comentario excelente. Si pensamos como seres humanos, si trabajamos como ejemplo, que mejor que el ejemplos de los padres en el ambiente que se desarrolla el niño. Que contento esta el niño cuando ve a su padre de ejemplo.