ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
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El Partido Comunista de Cuba, en su condición de vanguardia organizada de la clase obrera, en perenne alianza con el campesinado y el resto de los sectores populares, se ha transformado en el Partido de la nación cubana. Foto: Yander Zamora

Pensar, en su carácter de necesidad histórica, las bases sociales del Partido Comunista de Cuba (PCC), exige advertir su doble condición de hijo político de la Revolución Cubana –la que constituyó al pueblo en sujeto de poder político– y de garante institucional fundamental de su continuidad histórica.

Al ser heredero de la tradición histórica revolucionaria, la amplitud de sus bases populares resulta congruente con la emergencia del ideal histórico de la nación cubana, conformado con la contribución decisiva de la manigua redentora y de las luchas históricas posteriores.

Ese ideal articuló, desde su origen, los objetivos de independencia y soberanía nacionales con empeños de transformación social que se pensaron y gestionaron, desde entonces y hasta hoy, de manera inseparable, con metas de justicia social.

Se fue conformando una lógica de la actividad política revolucionaria que cristaliza, por necesidad histórica, en la fusión entre los sentidos de Patria, Revolución y socialismo. Por eso es posible que se emparenten, políticamente, desde sus respectivas historicidades, el Manifiesto del 10 de octubre de 1868 con el Informe Central al 1er. Congreso del PCC (1975) y la Resolución Política del 5to. Congreso (1997), titulada El Partido de la unidad, la democracia y los derechos humanos que defendemos, por solo evocar un ejemplo. O que el Partido Revolucionario Cubano, que fundó Martí, y los esfuerzos por la unidad nacional que continuaron, pesen en la trayectoria histórica de la que emerge el PCC.

Se trata de familiaridades ajenas al predominio de cualquier voluntarismo político, manipulación histórica o desconocimiento del consenso popular nacional, con cuyo protagónico concurso fue asumido, en radical actitud patriótica, el carácter definitivo de la Revolución de 1959, justo en aquel histórico 16 de abril de 1961, acogido simbólicamente como fecha de fundación del PCC; precisamente por lo que Girón significó en el desarrollo del imperativo de unidad nacional que implica, en primer lugar, unidad popular.

El fruto de aquella fusión entre los sentidos de Patria, Revolución y socialismo se ha concretado en la extraordinaria obra humanista de transformación social realizada a partir del Programa del Moncada. A más de 60 años, precisamente por ser profundamente tangibles en la vida corriente de la nación, esas realizaciones emergen históricamente superables, no solo por su estado histórico inacabado, sino por el gigantesco compromiso programático del Partido de avanzar en la articulación entre la emancipación nacional, social y humana; razón de la credibilidad y de la confianza política popular acumuladas, de las que emergió, con legitimidad, el PCC como fuerza política dirigente.

La identificación del PCC con el pueblo es, entonces, fruto genuino del proceso revolucionario cubano. Está ahí la brújula ideológica y cultural de la concepción y gestión dirigente del Partido, inseparable del pueblo, entendido por Fidel como mayorías, si de lucha emancipadora se trata; comprensión recreada, históricamente, como tantas veces, en el singular e irrenunciable simbolismo del Congreso del Pueblo con el que se clausuró el primer magno evento partidista de 1975.

Importantes documentos programáticos continúan atestiguando la identificación del Partido con los intereses de sus bases populares, como lo hacen, por ejemplo, los del 7mo. Congreso (2016), al involucrarlas, activamente, en la definición de los ejes estratégicos indispensables a la realización de la Visión de la nación.

La fundación del PCC, en 1965, ocurre favorecida por la organicidad ideológica de las fuerzas dirigentes de la Revolución respecto a los objetivos políticos de esta y la integridad de intereses del sujeto fundamental del proceso: el pueblo unido, organizado y capacitado ética, ideológica y culturalmente, para el cumplimiento de sus deberes y el disfrute de sus derechos; postura que permitió enfrentar los sectarismos que, en el primer lustro de los años 60, con posteriores estertores, se comportaron menguantes, por sí mismos, de las necesarias bases sociales del Partido en formación; las que perfilaron su condición de vanguardia organizada de la clase obrera, en perenne alianza con el campesinado y el resto de los sectores populares, avistados a partir de la comprensión fidelista del «pueblo, si de lucha se trata». Esta posición crece, en plenitud política, al precisarse luego como Partido de la nación.

La definición estatutaria y constitucional del PCC como Partido de la nación contiene el sentido de alianza clasista popular trasmutada en unidad sociopolítica nacional. Afianza el sentido y alcance principista de sus bases populares, en compromiso con un permanente y creciente ejercicio democrático, garante de que, como procuraba Fidel, sea la conciencia de la nación la que mande y decida, a partir de sólidos fundamentos culturales políticos colectivos. Desde esa premisa, el Partido se empeña en afirmar su actividad en acuerdo esencial con el sentido fidelista de Revolución, a partir de interpretarse, primero a sí mismo, como parte del cambio histórico que procura en el Estado y en el conjunto de la sociedad. Ahí está su gran virtud y su gran reto histórico.

La preservación y el desarrollo de las bases populares constitutivas del PCC lo empujan, en las condiciones históricas presentes, a continuar potenciando su fisonomía como la forma política partidista de organización de la nación y del pueblo cubano. Con esos fines, le resulta importante profundizar, culturalmente, en el empleo de su método de relación con las masas, a fin de estructurar, con ellas, el movimiento histórico necesario a la nación.

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